1. El gran
déficit de la política catalana durante las pasadas décadas ha sido la
claridad. Mediante eufemismos y retorcidas promesas se ha ido imponiendo la
podrida mercancía del nacionalismo. Las promesas mentirosas eran las de la
libertad e igualdad. ¿Podríamos asegurar que la sociedad catalana es hoy más
libre y más igualitaria? Me gustaría ver un riguroso estudio sociológico que me
mostrase cómo se distribuye la riqueza y el poder en las distintas capas
sociales, y que distinguiera entre nacidos y no nacidos en Cataluña. Las
elecciones del pasado 27S han servido para mostrar dos Cataluñas casi con el
mismo peso demoscópico. Ahora bien, ¿están representadas por igual?, ¿tienen
las mismas oportunidades para acceder a los puestos de trabajo que importan?,
¿las rentas que perciben son equivalentes en ambas mitades? No lo parece,
aunque me faltan los datos. Sólo hay que echar un vistazo a las listas de los
principales partidos, a los nombres a la cabeza de las principales
instituciones, de las principales empresas, de la cultura, del periodismo, al
origen de los pobladores de los barrios ricos y de los pobres. Las excepciones
son muy pocas. ¿Cuánto ha cambiado en los últimos 30 años?
2. ¿Se redistribuye
mejor la riqueza en un Estado Confederal? Hay opciones en Cataluña que tratan
de convencernos de que sí. ¿Cuántos países hay en el mundo como Suiza, con su
tradición histórica, con su geografía, con su riqueza? ¿Podría convertirse
Cataluña en un cantón suizo, un cantón que adoptaría el nombre de República
Catalana, dentro de un estado Español, o fuera, para el caso sería lo mismo? La
cuestión es quién establece las reglas. Cui prodest? ¿La mayoría de la
población catalana, especialmente la inmigrante, vieja o nueva, estaría mejor
defendida en un cantón gobernado por los nacionalistas que en un Estado con
reglas democráticas claras?
3. Los indepes
no quieren negociar con sus iguales, los no indepes de Cataluña, porque
no los consideran como tales, como iguales. Nunca lo han hecho. Han considerado
y consideran a quienes no comulgan con su rapto místico como ajenos,
españolistas, extranjeros. A la población inmigrante en Cataluña se la ha
tratado como a un zombi social, como si su existencia fuese virtual, sin efecto.
Pujol le dijo en una ocasión a Borrell: Usted ha nacido en Lleida, pero no
es catalán. Entonces, ¿no debería establecerse la negociación y el pacto
dentro de la propia Cataluña, ahora que empieza a haber una representación más
fiel de la realidad? Mientras, ¿la esquerra no debería cambiar de
óptica, cambiar la lente nacional por la social, de verdad, no solamente de
forma retórica?
4. La
palabra esquerres está devaluada en Cataluña, es una cáscara vacía. Una
idea de política, reducida por un lado, trascendente por otro, perversa en
todo caso, ha colonizado la mente de los políticos y una parte importante de la
población, la idea de que la política es sólo poder, depurado de todo contenido
social y representativo. En realidad, teñida de mística, de religión. Los
políticos catalanes son los sacerdotes de la patria.
5. Añoranza
del internacionalismo. La esquerra catalana forma parte del gran bloque
reaccionario, presente, para desgracia de todos, en la política europea actual:
Le Pen, Pegida, Ukip, Lega Norte, Vlaams Belang, Víktor Orbán, Juntsxsí. Son
reaccionarios y hay que desenmascararlos. Son enemigos de la democracia. Si
algún día consiguen la mayoría social, como la han conseguido en Cataluña,
adiós a Europa y su ideal de libertad e igualdad.
6. ¿Demócratas?
¿Socialistas? ¿Puede un demócrata concebir un Estado donde se establezca como
principio la asimetría, donde unos Estados por constitución tengan derechos más
ventajosos que otros? ¿Puede un socialista aceptar un Estado en el que se
constituya la desigualdad como principio entre los ciudadanos de los diferentes
Estados?
7. El
kilómetro sentimental. Su retórica a favor de inmigrantes foráneos y refugiados
lejanos es inversamente proporcional a su interés en limitar la solidaridad con
los propios.
8. La
constancia de la esquerra. Legislatura tras legislatura, de la esquerra
más moderada a la más radical, en Cataluña, tras haber diseñado un sol país
(PSUC) contra los inmigrantes, contra los menos afortunados, por origen, por
contactos familiares, por cultura, diciéndoles que los derechos que hay que
defender son los de la burguesía catalana que les explota laboralmente, que los
derechos -en realidad privilegios- de la burguesía son los suyos propios, ahora
se les dice que den un paso más, que cedan su última fortaleza, la soberanía,
acotándola a un territorio que se ha constituido sobre la desigualdad, ceder en
aquello que les constituye y les da la poca fuerza que aún poseen, su lengua,
su cultura, que renuncien a educar a sus hijos en su lengua materna, y que sean
insolidarios con sus iguales en el resto del territorio español, que cedan en
fin y acepten un referéndum de autodeterminación, una consulta reducida a
Cataluña, donde tienen menos fuerza para defenderse. Eso les propone la esquerra
confederalista, ciegos ante su público que ya no cree en ellos.
9. ¿Por qué
hay que ceder? Si cedemos, ¿no iremos hacia atrás? ¿Preferimos un estado menos
democrático –soberanía fragmentada- y menos solidario –una hacienda propia que
restringe la solidaridad? Si miramos hacia atrás, en la reciente historia
europea, veremos ejemplos de cómo la cesión más allá de lo razonable, condujo
al desastre.
10. A mí,
pelear por un estado confederal no me interesa nada. Qué sentido tiene
volver, y reforzar, a lo que ha sido la política catalana durante décadas, con
una parte considerable de la población catalana secuestrada por partidos y
dirigentes que dicen defenderla pero que en realidad han estado al servicio de
unas élites que ocultaban su afán extractor bajo la retórica nacionalista.
Llamarse d’esquerres no garantiza luchar por la libertad y la igualdad
de la población, en especial de los más desfavorecidos. Joaquim Nadal, Ernest Maragall, Marina Geli,
Ferran Mascarell, Rafael Ribó, Raül Romeva. ¿Esta gente ha luchado por y
avanzado hacia la igualdad en Cataluña?
“Si no existe una buena solución para un dilema, si ninguna de las actitudes sensatas y efectivas nos acercan a la solución, las personas tienden a comportarse irracionalmente, haciendo más complejo el problema y tornando su resolución menos posible”. (Zygmunt Bauman). ¿Es este el caso de Cataluña?
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