Esperaba
bastante más de la conclusión de esta serie, dadas las expectativas generadas.
No es que no sea divertida hasta el final, sigue habiendo actos de violencia
difíciles de digerir, enfrentamientos de caracteres, hombres duros contra
guiñapos, mujeres que sobreviven cuando todo está en su contra, hombres que
representan la virtud y el heroísmo y hombres que son la pura maldad, como
sucede en las pelis del oeste, pero había algo más. Deadwood tenía peculiaridades,
seres fronterizos a los que se les da la oportunidad y el tiempo suficiente
para explicarse, malos pero con momentos tiernos, con un concepto no
convencional de la amistad, destruidos cuando un malvado superior a ellos se
les impone, psicópatas con fidelidad perruna, buenos pero con personalidades
que no encajan más que en un contexto extremo: bipolares, borrachos,
desarraigados, atormentados, ambiciosos y seres mixtos que están ahí, rebotados
del mundo, que han ido a parar al peor de los sitios posibles y tratan de
sobrevivir aplicando su ingenio o sus habilidades, fingiendo, vendiéndose o
intentando pasar desapercibidos.
Esa era la
grandeza de Deadwood, poner en lugar de los arquetipos del género
personalidades complejas movidas por sentimientos y pasiones. De algún modo ese
caudal se diluye en la tercera temporada, quizá por estar concebida para un
desarrollo más largo –supongo- y abreviada en tres temporadas. No sé. El caso
es que aquellas personalidades complejas tienden a la simplificación, al
carácter cerrado, la complejidad de los personajes decrece y los nuevos aun
siendo crueles no alcanzan las sorpresas de los capítulos iniciales de la serie,
quizá también a la restricción de la trama: aparece un malvado definitivo al
que todo el pueblo se enfrenta y eso hace que el lado oscuro desaparezca de las
personalidades ambiguas. Además del malvado aparece un puñado de niños y una
escuela y ya se sabe lo difícil que es prescindir de la bondad de la infancia a
la que muchos personajes se entregan como a un farol.
En esta tercera
parte no hay el ritmo creciente ni el momento de clímax de las otras dos. Parece
que lo va a ver, que va a estallar un incendio del que se avisa –de hecho es lo
que ocurrió en el Deadwood real. Pero nunca llega. De todos modos es una
lástima que no haya más temporadas. Al menos podían haber redondeado el guión
para rematar el final. Tres temporadas para una serie tan buena saben a poco.
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