La experiencia más fascinante relacionada con el arte la he vivido en el Guggenheim de Bilbao hace pocos años. Se trataba de una exhibición de vídeos de Bill Viola. No puedo decir que fuese una epifanía religiosa porque no sé qué es eso, aunque los que la han vivido hablan de algo semejante. Contemplaba esos videos atrapado, de pie, sin poder despegarme del lugar hasta que acababan y en algún caso quería verlos otra vez. Es difícil de explicar esa sensación, porque influían muchas cosas: la oscuridad de la sala que ofrecía un ambiente cuasi religioso, la lentitud en que se desarrollaba lo que sucedía en el vídeo, el sonido que lo acompañaba. El sonido era esencial, por ejemplo en esa persona que se sumerge en el agua y emite una respiración claustrofóbica.
Ahora el Palau de la Música ofrece algunos videos de Viola. Si, hoy, el arte tiene sentido, si se encuentra en algún lugar, sin duda está en las obras de este autor.
“Si analizamos el desarrollo del cine y el vídeo inmediatamente vemos lo profundamente diferentes que son: el cine ha evolucionado básicamente de la fotografía, es esencialmente una sucesión de fotografías, mientras que el vídeo procede de la tecnología del audio; una cámara de vídeo está mucho más cerca de un micrófono abierto que de una cámara de cine”.
Este miércoles, 4 de abril, el Collegium Vocale Gent y la Orchestre des
Champs-Elysées, dirigidos por Philippe Herreweghe, interpretan la Pasión según san Mateo (BWV
244), de Johann Sebastian Bach, en el Palau de la Música de Barcelona. En el reparto destacan el tenor Mark Padmore, el
bajo Michael Nagy, la soprano Julia Doyle y el contratenor Robin Blaze. Bill Viola ofrece dos piezas de su serie Passions, donde indaga en el dolor y la pena, partiendo de la contemplación de retablos
renacentistas flamencos. En el Palau, Bach y Viola se sucederán. La sesión la abrirá Departing Angel, con el sonido acuático de Viola, luego comenzará la Pasión según san Mateo. Y en el intermedio se verá Emergence, sin sonido.
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