La jornada comienza con un grupo de jóvenes enfundados en
trajes baratos. En alguno se ve el ímpetu juvenil, en otros la rutina antes de
comenzar otro día más de marketing puerta a puerta. ¿A quienes esperan
convencer?
Como en la mente de los moribundos, cuando, como dicen, las
imágenes de toda una vida se agolpan a gran velocidad, así estos días los
estímulos de un mundo agonizante en medio de una atmósfera grisácea, caen sobre
nuestras cabezas.
Mañana de oficinas, con clientes pacientes y silenciosos y
empleados abatidos. Oigo en una de ellas: “¿Mañana, aún estarás aquí?”. Unos
cuantos empleados salen a la calle y en corro comentan lo que sea, los hombros
hundidos, la mirada apagada. Por el periódico sé que el presidente de esa
entidad ha llegado a un acuerdo con el director ejecutivo por cinco (¿o son diez?)
millones de euros para que se jubile. El hombre como tantos otros saltó de la política a la caja; su gestión no ha podido ser peor, sin embargo se le premia.
En otra oficina un gestor me dice que está aprovechando la
calma del día para vender todas las acciones que puede. Luego me enseña una
página de Paribas donde se ofrecen rentabilidades altísimas apostando contra la baja
de acciones de grandes empresas. No parece creíble que tales empresas
vayan a caer tanto, sin embargo en el historial de la página Paribas casi
siempre gana al inversor incrédulo.
Una de las frases más repetidas de la peli Margin Call es
una pregunta, "¿Cuánto gana?, ¿cuánto gana fulano?" A medida que se escala en la
jerarquía la diferencia entre un salario normal y el sueldo de un ejecutivo
alcanza cotas lunáticas, rompiendo sucesivamente el techo de incredulidad.
Hay muchas preguntan, no siempre formuladas, que emergen de Margin Call.
Probablemente la organización piramidal sea la más eficiente para la empresa,
pero ¿es la más productiva para el país, la que produce más beneficios para la sociedad?
Ganan mucho dinero los que maximizan el beneficio para la empresa, los que
exprimen al máximo a sus empleados, los que los convierten en máquinas
eficientes, expulsando empleados en porcentaje más o menos constante a medida que la pirámide se
estrecha en las alturas, rejuveneciendo, provocando una competencia feroz, mucho
más en la cúspide de altos ejecutivos que trazan directrices, que
apartan o borran o enmascaran las cláusulas morales, convirtiendo en una salsa
pringosa de amenazas y seducciones el programa del día, lo que hay que hacer aunque no se deba hacer. ¿Cuál ha sido el coste? En algún momento se
tenía que romper el lazo que unía las cosas con su valor, la diferencia obscena que iba separando el coste y el precio.
Me entero de que los bonos patrióticos, 5,25 a dos años, son
otra una huida hacia delante. Se ofrece en cada emisión un interés mayor para pagar la deuda que van generando. Además, a los bancos intermediarios se les ofrece un 2,50 %. En total los gobiernos autónomos pagan un 7 o un
8% de interés. Es decir, van derechos a la quiebra. Quizá los compradores
piensen que al final los avalará el Estado, un Estado que está en quiebra
técnica.
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