Hipatia fue una filósofa, matemática y astrónoma, cuya vida transcurrió por completo en su ciudad natal, Alejandría, desde mediados del siglo IV hasta el 415, año en que fue asesinada. Adscrita al neoplatonismo, corriente fiosófica que triunfaba en el mundo griego de la época, se rodeó de un distinguido grupo de discípulos que la admiraba y que formaban parte de la élite política y religiosa. Algunos de ellos eran cristianos y al menos dos llegaron a ser obispos. Tal es el caso de Sinesio de Alejandría, cuyas cartas son una fuente importante para valorar a Hipatia. Su enseñanza fue de tipo privado, formando una comunidad platónica con fuertes lazos personales y con conocimientos secretos que no estaban dispuestos a compartir con quienes consideraban incapaces o indignos de comprender las cuestiones divinas.
El hecho fundamental en la biografía de Hipatia es su asesinato. Los autores modernos, en general, describen a Hipatia como víctima inocente del fanatismo de la nueva religión, el cristianismo, que en esa época estaba dominando el mundo político del Imperio Romano. Hipatia sería el símbolo de un mundo, el mundo pagano griego, que se extinguía. Sin embargo, María Dzielska la sitúa en el contexto político de las disputas entre dos facciones cristianas, la del patriarca Cirilo y la del prefecto Orestes. Hipatia, contraria a la influencia de la Iglesia en asuntos seculares, apoya al prefecto y será acusada de brujería. Esa será la causa de su muerte. "Personas al servicio de Cirilo despedazaron a Hipatia". Como demuestra la autora, Hipatia no fue asesinada en razón de su paganismo, porque no era una "pagana activa ni devota". El paganismo, así como el neoplatonismo, perduraron tras su muerte.
La meta del círculo intelectual creado por Hipatia era "el deseo constante de alcanzar la experiencia religiosa, ideal esencial de la filosofía".
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En su momento no vi la película de Amenábar. Varias cosas me sorprenden, que todos los protagonistas sean jóvenes y guapos, que apenas se vean mujeres, salvo Hipatia rodeada de discípulos hombres, que nadie trabaje, coma o se dedique al ocio, y que todo esté, sin embargo, limpio, pulido, brillante, recién construido, maquetado por así decir, pero lo que más el que toda la historia quede reducida a un combate teológico, con la sorprendente salvedad de la atribución a Hipatia del descubrimiento de la órbita elíptica del sistema solar.
La película es tan de cartón piedra como sus decorados, no hablan o viven los personajes, sino que quienes actúan son las ideas más simples enfrentadas a otras -unas blancas, otras negras, y la más negra el propio cristianismo- sin debate y discusión, para que en un maniqueísmo radical brille la única persona capaz de razonar hasta la santidad, Hipatia de Alejandría. Por no señalar otras licencias, como hacer morir a una Hipatia muy joven, cuando María Dzielska deja claro que rondaba los 60 años, cargar la culpa del asesinato sobre el obispo Cirilo, adelantar la persecución sobre judíos y paganos unas décadas y no centrar el asesinato en la disputa por el poder entre cristianos. Otras licencias son menores, como el decorado egipcio, cuando Alejandría, como su nombre indica, era una ciudad plenamente helenizada. También sería interesante para quien quisiese perder el tiempo, rastrear las numerosas frases, ideas y actitudes trasplantadas de nuestras preocupaciones a aquella época.
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