Cuando el vicepresidente del gobierno, señor Rubalcaba, responde al diputado que le pregunta por el caso Faisán de forma tan despectiva, tan prepotente, y tan insultante al situarlo en la extrema derecha, -"¿Qué haría usted sin mí y sin el caso los miércoles? Es como la canción de Amaral: Sin ti no soy nada"-, lo hace porque desde su única posición de poder puede hacerlo: en el turno de réplicas tiene la última palabra; el diputado ya no puede defenderse; además tiene un montón de medios públicos -no tengo en cuenta los privados- que le bailan el agua y amplifican sus palabras. Y lo hace para no tener que responder a lo que se le pregunta. Un político que es un representante del pueblo, elegido en elecciones y con tal poder no puede permitirse el lujo de actuar de esa forma.
Nos humillan nuestros gobernantes y humillan a los pueblos árabes cuando atacan a Libia y dicen todas esas palabras sobre la democracia, porque al mismo tiempo no atacan a otros regímenes tiránicos de la región que con parecida saña desprecian o cargan y matan a su gente: Yemen, Siria, Bahrein, Arabia Saudí.
Nos humillan los diputados del Congreso cuando rechazan una proposición de ley que permitiría saldar la deuda hipotecaria con la entrega del piso; es una humillación porque al mismo tiempo se rescata a bancos, cajas e inmobiliarias que han vivido a costa de inflar los precios de los pisos durante estos últimos años.
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