...
mi necesidad de entender lo que estaba viviendo... mi experiencia de
esa dominación extrema, de esa sumisión radical que es el abuso
sexual sistemático, es lo que me permite calibrar la importancia de
otros traumas... lo que intento nombrar con dificultad en mi propia
experiencia: el haber sido forzada a pasar al lado oscuro me impide
volver a la inocencia para siempre...
Acabando
la última página de Tigre triste de Neige Ninno, me viene a
las mientes La llamada de Leila Guerriero. Ambas cuentan
historias de violencia cometida contra mujeres, aunque de distinto
signo y edad. Silvia Labayru cuenta su historia de secuestro y
tortura, de violación, embarazo y parto durante la dictadura militar
argentina en varias sesiones de entrevistas con la periodista Leila
Guerriero. Lo hace pasados los años, con los pies más en Madrid que
en Buenos Aires, sin que haya querido o sabido contar la historia por
sí misma, por más que se lo hayan pedido. Neige Ninno también ha
puesto tierra y tiempo de por medio. Ha dejado Francia para irse a
vivir a México. Nadie ha contado por ella su historia, ni se lo han
pedido, salvo el relato judicial que condenó a su padrastro.
Hemos
querido saber lo que ocurrió durante la dictadura argentina. Hay
libros, documentales y películas. Sin embargo, no hay un clamor
contra la violencia que se comete contra los niños o no todavía.
Desconfiamos de lo que los niños puedan contar, de su memoria, de su
influenciabilidad. Hemos de esperar a que sean adultos. Y entonces
también dudamos, lo vemos como testimonio de parte, subjetivo, no
como relatos ejemplares que puedan simbolizar una realidad extendida,
personas heridas que apenas pueden superar el trauma, psiques que no
están en sus cabales, cuya visión del mundo está dislocada, cuyo
testimonio, pues, no es fiable.
La
prensa se ocupa ampliamente de la violencia contra las mujeres, de la
pederastia en la Iglesia, pero pasa como de puntillas por los casos
de incesto, por los abusos en los centros de menores. Los
profesionales hablan de la mente de los criminales, de los
psicópatas, de los Humpert Humbert de Lolita. Interesa menos
la mente de un niño, de su reconstrucción tras el trauma en su vida
adulta, frente a la retorcida y literaria mente de los psicópatas y
violadores.
Neige
Ninno no se queda en el testimonio personal, aunque no lo elude. Lo suyo es autobiografía y ensayo. Narra la historia de su familia, el contexto
social y económico en que se desarrolló la violación continuada,
incluso la psicología de sus miembros, narra el juicio y la condena,
las consecuencias familiares de hacerlo público, su necesidad de
abandonar el escenario de los hechos, la recepción del agresor por los vecinos cuando volvió al pueblo tras haber cumplido cinco de los nueve años
de condena, la vida que este rehízo, casado y con cuatro nuevos
hijos.
Hablan
sobre todo de su culpa, de su idiotez, de lo mal que se sienten.
Dicen que entienden que lo que hicieron fue grave, pero nunca hablan
de ello de forma concreta. Ninguno de ellos admite haber violado a un
niño, a una niña, a varios, en más de una ocasión, a veces
durante años, lo que es, sin embargo, la razón por la que fueron
condenados.
Probablemente
sea normal que no puedan afrontar la gravedad de sus actos. Si
pudieran hacerlo de verdad, se suicidarían. Que creo que es la única
salida honorable para un violador de niños. Morir de vergüenza.
Pero no, no se suicidan (son las víctimas de violencia sexual en
general las que se suicidan, no los maltratadores); reclaman su
derecho a una segunda oportunidad.
La
autora describe también el escenario mental francés en el que
sucedió su afrenta. La mayoría de las víctimas no denuncia -menos
del 10% en Francia-, la mayoría de las denuncias son desestimadas -el 74% en
Francia-, el 50% de las que se investigan se rebajan a agresión
sexual y solo el 10% de ellas se juzgan en un Tribunal Penal de
Menores. Significa que solo un caso de entre cien llega al juez.
Habla de los años de la tolerancia hacia el sexo con menores, la
petición de despenalización por parte de la intelectualidad más
señera. Habla de su soledad y su silencio para proteger a sus
hermanos y a su madre y del paso decisivo para contarlo y denunciarlo
por el mismo motivo. Cómo se sale de la opresión silenciosa, cómo
se rescata a uno mismo, cómo se añade una vida nueva a la vida
traumatizada de la que tan difícil es escapar.
Cuando
creces en una cotidianidad en la que te violan, el mundo se ve a
través de esa perspectiva. Una siempre está bajo la dominación. No
hay un yo libre y no oprimido al que puedas volver una vez que la
violencia ha terminado.
Neige
Ninno compara continuamente su caso con otros que han sido narrados
mediante libros, juicios o podcast, reflexiona sobre cómo contarlo,
sobre la legitimidad de hacer literatura con el dolor, sobre los
muchos modos de enfrentarlo, En Triste tigre da 360º
alrededor de la violencia contra los niños.
"No
hay final feliz para alguien que ha sufrido abusos en su infancia .
Es un error y una fuente de angustia creer en la moraleja del
superviviente que destilan las películas estadounidenses. Nos hacen
pensar que el tiempo es lineal, que existe una progresión de víctima
a acusadora a superviviente a satisfecha".
Mientras
no veamos el pene del hombre de cuarenta años en la boca de la niña,
sus ojos húmedos de lágrimas por la sensación de estrangulamiento
inminente, mientras no lo veamos, todavía es posible decir que eso
es amor, una historia de amor loco, una historia de tacto, de estilo.