viernes, 7 de noviembre de 2025

Maletas

 


¿Qué había en aquel trasiego de maletas de la bodega de carga del avión al maletero de la furgo? ¿Qué contenían? Está claro quién las traía, Delcy Rodríguez, ministra plenipotenciaria del gobierno venezolano de Maduro, no tanto quién las recibía. ¿Adónde fueron a parar? ¿Cómo se distribuyó su contenido? Parece claro que Koldo y Ábalos estaban en el asunto. Pero, ¿quién más? ¿Tuvo algo que ver Zapatero; estaba Pedro Sánchez al corriente? Las lagunas de información alimentan nuestra curiosidad.


El asunto de las maletas de Barajas es el gran thriller de la política española, un thriller a la espera de un final. Hay personas que saben qué contenían las maletas y qué se hizo con ellas. ¿Cuántos estaban en el ajo? ¿Qué se compraba con ellas? ¿Qué poderosas razones tienen para mantener el silencio? ¿Un dinero guardado a buen recaudo del que podrán disfrutar más adelante sin que nadie se entrometa? ¿Mera supervivencia política? El gobierno de Maduro caerá, también este, el español. Puede que alguien quiera contarlo a cambio de un contrato editorial o puede que se produzcan pactos ocultos: yo me callo y tú te callas, tú me das algo a cambio.


En torno a Zapatero se ha ido creando el aura del turbio personaje de las mejores tramas policiacas. Sánchez es previsible, Zapatero no. A su lado Koldo y Ábalos parecen personajes secundarios, figurantes que perderán relieve a medida que la trama se vaya desplegando y el pinturero decorado de putas, alcohol y drogas vaya dejando paso a los grandes negocios oscuros de los hidrocarburos venezolanos y las empresas chinas. Aparecerán otros personajes más difíciles de atrapar, más listos, con más experiencia y mejores abogados. Aldama, los Hidalgo, Blanco y Bono, y otra vez Zapatero.


 Es posible que se sepa pronto y entonces se producirá un terremoto político o que solo nos enteremos cuando este momento se haya enfriado y alguien dentro de unas décadas escriba sus memorias. Entonces ya solo quedará la mera curiosidad sin efectos. O puede que una vez más nuestra curiosidad quede frustrada y el asunto se pierda en el proceloso océano de la política, allí donde los grandes asuntos se entierran para siempre y sobre ellos se tejen historias inventadas, novelas y ensayos que rara vez aclaran y que viven de la curiosidad insatisfecha.


A veces me pregunto si las maletas de Delcy no es un misterio creado por el propio sistema para entretenernos y desviar la atención de otros asuntos. Un asunto tan oscuro, con una trama tan compleja, unos personajes tan turbios, que sólo cabe imaginarlo como el guion de una serie o una película fantasiosa. La política como una de las ramas del cine negro.


miércoles, 5 de noviembre de 2025

"No patisques que estic ací"



El cielo se pavonea exhibiendo sus raras configuraciones nubosas, abriendo una mirilla por la que apenas cabe el sol. ¿Lloverá?

Paseo por la ciudad con la intención de dejarme sorprender. Obras por doquier. La ciudad lleva años en transformación. Hago una cata en lo religioso. Entro en tres iglesias diferentes. Es miércoles laborable, una treintena de personas en la misa de diez, en San Agustín. Mediana edad, jóvenes y algunos viejos, espaciados, ocupando toda la nave.



Hay un enorme espacio en el centro de la ciudad, alrededor de la Biblioteca Estatal, una zona ajardinada, sin gusto; el antiguo espacio de un hospital. Ahí está el llamado MuVim, un enorme edificio de hormigón visto que depende de la Diputación. En el exterior hay un reclamo de una exposición fotográfica; una fotógrafa americana. Carolyn Marks Blackwood. Miro y remiro hasta que doy con ello: grandes paneles coloreados a lo largo del edificio, reproducciones, supongo, de las fotografías. Es imposible que llamen la atención de nadie a pesar de su tamaño y color, o precisamente por ello.

Dentro, el MuVim es el museo de la nada, salvo un trozo de muralla medieval. Nadie más pasea por el enorme espacio vacío. En la planta baja, en un espacio acristalado, una mujer uniformada tiene el móvil ante sí como en un atril, absorbida. Es la consigna. Un gran ascensor y rampas ruidosas de aluminio salvan los desniveles entre plantas. 

Preguntó a los empleados - no hay nadie más -, pero no saben decirme en qué consiste la exposición permanente. En la tercera planta, uno, después de advertirme de que no lleve la mochila encima, que vaya a consigna, me dice que pregunte en Información. Bajo. En Información: Es una exposición digital de historia. ¿La historia urbana de la ciudad?, pregunto. Del mundo, me responde, una historia digital del mundo. Está cerrada por obras. Y ¿que hay de las exposiciones temporales? Algo me dice, pero no lo pillo. Niños con profesoras lo están abandonando; ¿que habrán visto? Yo no he visto nada. Solo algunas vitrinas con carteles, ejemplares de libros y folletos bonitamente ilustrados, de esos que nadie lee, pero que valen una pasta, publicados por la Diputación. 



Una palabra acude a mí, mientras me tomo un café en el jardín anexo, sobre este museo de la nada: despilfarro. En este preciso instante de nuestra historia estamos viviendo las consecuencias de décadas de despilfarro. Contenedores culturales - así les llaman o llamaban - en lugar de limpiar a fondo barrancos y torrentes. Un país sin objetivos, sin finalidad , una población desmoralizada que obra en consecuencia: prefiere la compañía de dóciles perros a limpiar pañales y atemperar los lloros nocturnos de bebés.



En un valencià ortopédico veo la inscripción graffiti que quizá mejor defina todo lo que (no) he visto.

En las esquinas de este enorme y feo espacio, tan mal diseñado, me entretengo en el paisaje humano: un hombre de piel oscura celebra un botellón consigo como única compañía; mujeres, y algún hombre, siguen la soga que les encadena a sus perros; cuatro hombres fornidos venidos de algún lugar del mundo, por tierra, juegan a un juego que se dibuja en el suelo; aquí y allá, sobre bancos, solitarios con móvil en la mano, o sin él, abandonados a sí mismos; el bulto de otro dentro de un saco de dormir; otro más palpa una pierna envuelta en un material que parece forespan (debería sentarme junto a él y preguntar); tres más aislados, como formando un país independiente, hablan en un idioma que desconozco. Todos sin oficio, desahuciados, o eso parece. Dónde duermen, qué comen.



A pesar de tanto derroche o quizá debido a él se capta el movimiento joven en la ciudad, una ciudad más joven que Barcelona, por ejemplo. La provincia entera capta más empleo que cualquier otra en el país, eso dice el periódico de hoy.



Callejeo por el casco antiguo. La ausencia de la marabunta turística de los meses centrales del año hace visible a otro tipo de personas, personas que deambulan sin rumbo o fijas como esas mujeres de la calle Balmes. Qué hacen esas mujeres africanas apostadas en las las cuatro esquinas de la calle. Yo pensaba que el mercado de la prostitución ya no era visible.



Misa de una, con escolanía incluida, en la Basílica de la Virgen de los desamparados, llena, todas las edades. Impresiona.

lunes, 3 de noviembre de 2025

Intimidad y olvido

 

 


"Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón". Borges

 

¿Miramos o la mirada nos lleva? La mirada resbala hasta que vemos un objeto que nos perturba. Frente al imperio de la mirada, intrigada, atemorizada y distante, que quiere apropiarse de lo que mira, y al idealizarlo - especialmente el objeto amoroso - queda atrapada, esclavizada por él, el tacto nos conduce a la intimidad. 

 

Con los dedos y los labios, recorremos la piel de la persona amada, descubrimos el continente de su cuerpo, las crestas, los sistemas montañosos, los golfos, las hondonadas, las islas, los ríos que lo riegan de punta a punta, la geografía, captamos el calor y la humedad, la textura y densidad, lo absorbemos, antes de intercambiar los fluidos del beso y penetrar para hacer de dos un cuerpo. ¿No es la piel nuestro órgano más importante?

 

El mirón es el esclavo del embrujo, el tacto nos libera de las ilusiones, la lengua escarba para tocar la fibra de la intimidad. Intimidad, traspasar la barrera, acceder, entregarse.

 

Guardamos celosamente lo que nos distingue, lo que nos hace únicos. Cuando abrimos la puerta al amado compartimos con él nuestro cuerpo, el reducto de nuestra mismidad. Soy todo tuyo, toda tuya soy, haz de mí lo que quieras, que tu cuerpo se confunda con el mío. 

 

La intimidad expande los límites del cuerpo, una burbuja que nos protege de la radioactividad del mundo. 

 

Pero no hay espacio sin tiempo, cuerpo sin descomposición, gusto sin hedor, mirón que no descubra un embrujo más poderoso. Es doloroso deshacer el entramado de los cuerpos, volver a la árida intimidad del propio yo. Como la vida, se escapa también la sustancia del amor. La plenitud vive en el instante: la conquista y la ofrenda del cuerpo propio; por eso no hay mayor violación que asaltarlo. Por eso el amante cuando es abandonado de siente traicionado, traicionada su intimidad aquello que le constituye, su profundidad. Solo podemos llamar amor a la entrega intemporal de los cuerpos. 

 

No nos conformamos y lo extendemos en el tiempo y, como el mirón atrapado en el embrujo, tejemos una red de dependencias mentales con la ilusión de posesión y permanencia. Lo llamamos amor, pero ya es otra cosa: lo que cuesta deshacer.

 

El tacto es el lenguaje del cuerpo, sin él los cuerpos se desanudan y el amor cae y se hace añicos o queda como un remanente, una idea sin cuerpo, la rutina que prolonga la vida cuando ya no hay aroma, sudor y grasa. Las cosas que se dicen cuando falta distancia.

 

No es culpa del tacto, que permanece en el instante eterno, el dolor de la pérdida sino de las vaporosas promesas del amor. Se cometen los peores crímenes de la carne y del espíritu cuando no hay olvido. Solo el olvido restaura, libera al cuerpo atrapado en el instante. Así puede de nuevo comenzar el ciclo de la mirada curiosa que busca yacer con otro cuerpo hasta que se acabe el tiempo. El olvido sanador.

 


domingo, 2 de noviembre de 2025

Convalecencia

 


1. Convalecencia.

2. En estos días de otoño hay un bello paisaje junto a mi casa, un paseo de fresnos cuya hoja amarillea. En una esquina algunos están colonizados por parra virgen (Plant.net) que del verde está pasando al granate intenso. Ahora, en otoño, es cuando se hace notar porque el resto del año pasa desapercibida, al menos para mí. El esplendor, cuando se inicia su decadencia anual. La fresneda ha sido plantada, pero cómo ha llegado hasta aquí la parra.

3. Ayer se me presentó la atmósfera propicia para hacer poesía. Estaba imbuido de sentimientos. Llovía, aunque no con intensidad. Yo paseaba bajo el paraguas, esperando que abriese la floristería; me inundaba la tristeza. Bajo la lluvia viajé 50 km hasta el cementerio de mi pueblo donde están enterrados mis padres. Allá estaban mi tía y un primo escarbando el terreno para prepararlo para la ofrenda floral. No tuve el tiempo de soledad que necesito para el recuerdo. No estuve solo en todo el día, el momento poético pasó: verter lágrimas simbólicas para complacerme en la tristeza. Luego me llamaste y no fui capaz.

4. Ahora paseo junto al Vena, que discurre siempre igual y siempre distinto, junto a dos ancianos, ella en silla de ruedas, él llevándola. No sé si son pareja o si él es el hijo y ella la madre, parecen igual de viejos. 

5. Ayer leía los nombres en las placas del recuerdo. En ellas reconocí a personas que no eran viejas cuando yo era niño y que ahora cobija la tierra. Me sorprendió la edad a la que murieron. Después conversé, en la puerta, con alguien a quien no conocía, más joven que yo, pero no mucho más, primos lejanos. Rememoramos historia familiar, sus tíos a quien yo conocía, los tíos de América que han vuelto hace poco buscando raíces, pero a quienes no he visto. Sobre casi todos ha caído la espada flamígera y ha llevado en su barca Caronte. A cuántos de ellos han vestido los pantalones y camisas, las sudaderas y plumas a los que ahora se ofrece una segunda oportunidad de abrigo en el mercadillo de los domingos en el que los gitanos gritan Todo a un euro.

6. Cuando el sol reaparece se recrea en el temblor amarillo del arce real, en los fresnos y en la alameda que veo a lo lejos. Al fondo, el bosque de la Cartuja y un poco más allá la sierra desdibujada bajo un manto de nubes.

 


viernes, 31 de octubre de 2025

El hombre en busca de sentido

 

 


 

Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana, la libre elección de la acción personal ante las circunstancias para elegir el propio camino.

 

En el periodo de entreguerras, entre 1919 y 1939, el círculo de Viena articuló el pensamiento europeo: había que pensar científicamente. Solo tenían sentido las proposiciones que nacían de la experiencia y se formulaban lógicamente; las proposiciones metafísicas carecían de sentido.

 

Frente a ellos un poderoso filósofo, Martin Heidegger, se preguntaba sobre la esencia y las verdades últimas. ¿Qué es el ser? 

 

Los filósofos del círculo fundaban su optimismo - hablaban de sí mismos como positivistas lógicos, también como empiristas - en su fe en la ciencia y la racionalidad como herramientas de progreso social. Heidegger, por el contrario, era un pesimista metafísico: el hombre ha sido arrojado al mundo para morir. 

 

La segunda Guerra Mundial y sus horrores fue un jarro de agua fría sobre el optimismo positivista. Los filósofos del círculo abandonaron Viena hacia las universidades americanas; algunos de ellos murieron en los campos de exterminio. Aunque Heidegger había perdido la guerra, pues había sido un servidor nazi, parecía haber ganado la batalla del pensamiento: hay valores que trascienden la materialidad.

 

Víctor Frankl era un médico vienes, un psiquiatra judío. Más joven que los miembros del círculo, coincidió, sin embargo, con la efervescencia intelectual vienesa. Los círculos intelectuales a los que pertenecía corrían en paralelo a los de Moritz Schlick y Rudolf Carnap, sin encontrarse. Eran los círculos del psicoanálisis. Se podría decir que Frankl era un hijo díscolo de Freud y un hermano, también díscolo, de Víctor Adler. 

 

Hay una figura relacionada con el Círculo de Viena con la que Víktor Frankl, sin embargo, podría emparentarse, Ludwig Wittgenstein. Para los filósofos del círculo los enunciados éticos no podían ser verificados empíricamente, por lo que los situaban fuera del ámbito científico: eran “pseudo-proposiciones emotivas”. Wittgenstein, por su parte, separaba 'lo que puede ser dicho’, de lo que solo puede ser 'mostrado'. La ética es irreductible al análisis lógico, está en el ámbito de la conducta, que sin buscarlo se convierte en ejemplar. La propia biografía de Wittgenstein, consciente de los límites del método científico, puede leerse de ese modo.

 

El sentimiento que se convierte en sufrimiento deja de serlo en cuanto nos formamos una idea clara y precisa de él. Spinoza

 


Víctor Frankl, por ser judío, fue encerrado en varios campos de concentración entre 1942 y 1945. En 1946 publicó un libro capital: El hombre en busca de sentido. En él, además de contar las penalidades, la deshumanización a la que eran sometidos los prisioneros, reflexiona sobre el sentido. El sufrimiento de los campos, el sufrimiento del hombre no puede ser en balde. Frente a la ‘voluntad de placer’ de Freud y a la ‘voluntad de poder’ de Adler, Frankl oponía la ‘voluntad de sentido’. A partir de Nietzsche: Conoce el porqué de tu existencia y podrás soportar casi cualquier cómo, ofrece una ética basada en la voluntad. El hombre tiene la necesidad profunda de encontrar un sentido único y personal en su existencia, incluso en condiciones de extremo sufrimiento el hombre puede decidir qué valores le guían por encima de los condicionantes biológicos y sociales para vivir de acuerdo con una ética basada en el significado y la autotrascendencia. De ese modo la conducta del hombre libre y responsable se convierte en ejemplar. La influencia inmediata de una determinada conducta siempre es más eficaz que las palabras. La responsabilidad personal contribuye al bienestar social, un compromiso con la dignidad y la humanidad.

 

Wittgenstein no hizo proposiciones éticas, fórmulas para la buena vida, porque la ética está fuera de los límites del lenguaje; la ética es el mundo de lo inefable, el misterioso mundo de los valores. Balbucea y dice que lo bueno solo puede ser mostrado. Y a ello se aplicó con torpeza. Frankl, sacudido por la experiencia del horror, concibió la necesidad de una terapia existencial, más allá de lo racional, que colocara la ética y el sentido en el centro de la práctica vital y profesional.

 

Wittgenstein vivió una vida austera y sin concesiones, aunque nunca pasó por su cabeza convertirse en un modelo de moralidad. Frankl fundó una psicoterapia, la logoterapia, cuyo fin era encontrar un sentido personal que hiciese valiosa y digna la vida.

 

jueves, 30 de octubre de 2025

Individuos

 


 

Necesito entender qué me entristece, no con la esperanza de eliminar la tristeza, sino con la esperanza de disminuirla. Teju Cole. Papel negro.

 

Cuando vemos una patera rescatada en Canarias la mente se nos va a alguna de las grandes obras del arte antiguo, El naufragio de la Medusa, por ejemplo. Más tarde en los paseos del Mediterráneo vemos a un montón de subsaharianos con su mercancía tendida sobre el cemento. De ese modo nuestra angustia disminuye y nos vemos confortados. Todos los problemas tienen solución. La demografía africana desembarca en las playas de Europa. Los jóvenes africanos plenos de energía encuentran un modo de vida que desactivará su violencia masculina. Si hay hechos que nos desmienten acudimos a la estadística - son pocos casos - y a la violencia congénita del adulto joven.

 

El chino mandarín y el hindi han sobrepasado al español como primera lengua materna del mundo. El inglés dejará de ser lengua instrumental. La reforma y las revoluciones políticas europeas pronto serán una nota a pie de página en la historia universal. Los asiáticos orientales están llegando a la comprensión que la lucha por la subsistencia hasta ahora les impedía. ¿Cuándo salgan de la masa informe para individualizarse, qué valor tendrá para ellos el habeas corpus o la vida monástica del medievo? 

 

Cuando yo era niño, me quedaba asombrado cuando veía un negro en mi ciudad. Ya no existen las razas sino hombres haciendo cosas. Solo el exceso retórico hace que algunos se cellisquen en las diferencias.  Ha costado, pero ya no es necesario afirmar que la humanidad es una o que Franco ha muerto.

 

Cuando ya no es necesario subrayar lo evidente, de los rostros idénticos de la patera emerge el individuo, un hombre reducido a su existencia. Y entonces qué. Ya no es del lugar donde nació ni tampoco del lugar al que llega, pues toda patria es para él tierra extraña, como aquellos hombres de los comienzos que se decían, soy cristiano, para no decirse romano, griego o judío, aunque hoy ya no se dirá ciudadano del cielo, sino viajero de la tierra. Soy hombre y con eso me basta.

 


martes, 28 de octubre de 2025

Una casa llena de dinamita (2025)

 


 

En su última película, Kathryn Bigelow juega con la idea de la catástrofe nuclear. Es verosímil y debería poner a la humanidad en alerta. Cuántas veces podrían destruir la humanidad y la mayor parte de la vida las armas almacenadas en los silos nucleares. Tantos países pueden apretar el botón. Tantos psicópatas al mando. Tantos incidentes casuales podrían ponerlas en marcha inesperadamente, iniciando el proceso imparable de destrucción. ¿No deberíamos estar asustados? Durante la Guerra fría se difundía la idea de que las armas nucleares eran una fuerza de disuasión, un arma tan temible que nadie querría iniciar una guerra. Sin embargo, en el corazón de Europa, Putin, el asesino de masas, ordena la muerte sin temor a que le ataquen. Hace la guerra y enseña sus dientes nucleares.

 

Otras humanidades antes que la nuestra desaparecieron - los neandertales, los denisovanos, los heilderbergensis -. No sabemos con exactitud lo que sucedió, si fue una guerra o si fue una peste. Nuestra estancia en la tierra no está asegurada; de hecho, llevamos menos tiempo en ella que las anteriores humanidades. Pero increíblemente estamos bailando sobre el filo.

 

Kathryn Bigelow es una maestra del thriller. En su historial tiene un puñado de buenas películas. Entre ellas, Días extraños (1995), K-19: The Widowmaker (2002), En tierra hostil (2008), La noche más oscura (Zero Dark Thirty) (2012) o Detroit (2017). Me sorprende comprobar que es más mayor de lo que yo me pensaba (1951).

 

En Una casa llena de dinamita (2025, Netflix) el aparato político y militar de Estados Unidos se ve sorprendido por un misil que va derecho e imparable hacia Chicago. La película se ve sin pestañear, puro cine de acción, bien interpretado y mejor montado. Pero la pregunta inicial sigue ahí. La deja en el aire.