Ayer
por la tarde la iglesia de Sant Joan de Boí, donde te alojas, ya estaba cerrada. El
cielo estaba encapotado -por la noche cayó casi un diluvio - , pero diste un paseo subiendo y bajando las escaleras
metálicas que salvan el roquedal al que se encarama el pueblo, alrededor de una torre desigual, pues solo la mitad de abajo es obra de los canteros
italianos, el resto posterior.

Has reservado el día de hoy para disfrutar de las maravillas de este arte
del siglo XII. Has de comenzar por la iglesia de Santa Eulalia de Erill la
Vall, cuya torre ayer veías a lo lejos desde distintas perspectivas. Es
la más esbelta, sin duda, rodeada por un caserío que parece sostenerla como la
base de un castell. Las iglesias no se construyeron de una tacada, sino en un
largo periodo, en varias fases, en los siglos XI y XII. Quizá la de Sant Joan
fuese la primera, pero en Erill vivían los señores del valle. Los maestri
comancini, cuadrillas de canteros y pintores, a comienzos del siglo XI
abandonaron la Lombardía para difundir por media Europa su estilo románico tan
característico: bandas y arcos ciegos en los ábsides, esbeltas torres cuadradas
con ventanas geminadas y pinturas murales tanto en la cara interior de la
bóveda como en las paredes de las naves.

Aunque las cuadrillas lombardas no destacaron por trabajos escultóricos, una
excepción es el Descendimiento de Erill la Vall: el conjunto de
figuras bíblicas, en madera, que asisten al momento icónico de la bajada de la
cruz. Las piezas están en el MNAC de Barcelona. Lo que ves es una buena
reproducción. Si quieres que te lo cuenten, junto a la iglesia hay un centro de
interpretación.
El momento cumbre de la visita al Valle es la llegada a Taüll, con dos iglesias,
Santa María, en el centro del pueblo, y Sant Climent, a la entrada, el románico en todo su esplendor.

De Santa María de Taüll uno imagina cómo debió ser el decorado
interior, las pinturas que cubrían los muros, el interior de los arcos y el
ábside: pinturas del Juicio final, el infierno y la glorificación de Santa
María y la Epifanía en el ábside central.

La torre cuadrada de seis pisos de Sant Climent de Taüll le hace
la competencia en esbeltez a la de Erill la Vall, el entorno, el estar aislada
de la población, le favorece. También las dimensiones interiores de las tres
naves y el extraordinario Pantocrátor central que, aunque es una
copia, nos da cuenta de su maestría, una de las joyas del románico universal. Podemos hacernos una idea de cómo fue en
su momento de mayor esplendor con el vídeomapping que se nos ofrece.

Por la tarde, después de ver el interior de Sant Joan de Boí, otro conjunto de
extraordinarias pinturas, puedes hacer la ruta senderista, de unos 10 km, que
va de Boí a Durro, de Durro a Barruera y de vuelta a Boí. Tendrás vistas
inmejorables sobre los campanarios, los picos nevados y los barrancos por los que baja el agua como torrente estos días.

Yo que tú prolongaría un día más la estancia para, al día siguiente, hacer una
gran ruta por el interior del Parque Nacional de Aigüestortes, un
paisaje de bosques, cascadas, torrentes y lagos. Lo tienes a pocos minutos en
coche - también hay furgonetas que desde Boí te dejan en el aparcamiento donde
se inicia la ruta circular. Tienes muchas opciones. Lo más fácil es llegar
hasta las pasarelas que regatean la explanada acuosa que da nombre al parque.
Puedes prolongarla hacia arriba, llegando hasta el Estany Llong, todavía
cubierto de nieve en los alrededores y de una capa de hielo en la superficie. Y
si tienes fuerza, hasta el Estany Redó. Si la haces completa, unos 17 km en 8
horas.

Saliendo del Valle puedes hacer un desvío hacia la Seu d’Urgell y Andorra. En la catedral románica de la Seu d'Urgell hay documentos que atestiguan que un maestro lombardo, Raimundus, con cuatro canteros, se ocupó de su construcción. O bien puedes acércate a Lérida, para ver su monumento más destacado, la Seu Vella, en el cerro que domina la ciudad y la comarca. La catedral, que se construyó en el mismo siglo que las iglesias que has visitado, estuvo a cargo de un maestro de obras local, ya no lombardo, Pere de Coma, “Magister Operis Sedis Ilerdensis”, donde trabajó durante veinte años hasta su muerte. Posteriormente se añadieron elementos góticos.
Por
supuesto, la visita al Vall de Boí no termina si no te desplazas hasta
Barcelona para ver las pinturas y esculturas que guarda el MNAC tras el ‘arrancamiento’
de la capa pictórica de las iglesias del Valle, por medio de la técnica del strappo, que llevó a
cabo Puig i Cadafalch y su equipo a comienzos de la década de 1920.