Esta
es la última novela de las dedicadas al comisario Bernie Gunther que
Philipp Kerr publicó en vida. Murió relativamente joven a los 62
años, en 2018. Después se ha publicado otra, El laberinto
griego, y parece que hay otra en camino,
Metrópolis. La acción de Azul de Prusia sucede en
1956, pero es tan leve que necesitó añadir una segunda historia que
ocurre en el momento álgido del nazismo, en abril de 1939, poco
antes de que se iniciase la guerra. En la primera trama vemos a Berni
Gunther como empleado en un hotel de la Costa Azul. Allí lo
encuentra la stasi del general Erich Mielke, el servicio
secreto de la República Democrática Alemana, que le pide cuentas
por haber hecho fracasar una operación de espionaje, en la novela
anterior, El otro lado del silencio, al desenmascarar a una
agente doble, Anne French, a la que ahora le ordena asesinar. Como
Gunther se niega, un comando de la stasi al mando de un
antiguo subordinado suyo en la Kripo, la policía criminal de la
Alemania nazi, Friedrich Korsch, lo persigue para matarlo. En esa
parte de la novela veremos a Gunther huir en tren, coche y bicicleta
en Francia, con algunos muertos de por medio, en dirección a la nueva Alemania hasta llegar a las
cuevas de cuarzo de Schlossberg, en Homburgo, en el Sarre.
La segunda
trama tiene lugar en torno al castillo que el Führer se había hecho
construir en Obersalzberg, en los Alpes de Baviera, en el pueblo de
Berchtesgaden. Allí encontraremos a gerifaltes nazis, el más
importante Martin Bormann envueltos en una trata de corrupción,
asesinatos y lucha por amasar poder y dinero en la cercanía del
líder. Bernie Gunther recibe el encargo de Heydrich de desenmarañar
un asesinato cometido en la terraza donde Hitler suele tomar el té.
Por supuesto esta segunda trama ocupa más espacio y es más
interesante que la primera por el morbo de ver la maldad de los nazis
actuando en vivo y por ver si Gunther sale con vida del avispero. Las
dos tramas se juntan en las cuevas de cuarzo de Schlossberg dando fin
a la intriga novelesca aunque con esos diecisiete años de
diferencia. La novela es larga y desigual, algo decepcionante en su
resolución, quizá el mayor defecto de estas novelas de Philip Kerr,
pero entretenida como novela de verano.
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