viernes, 19 de julio de 2019

Azul de Prusia, de Philip Kerr



Esta es la última novela de las dedicadas al comisario Bernie Gunther que Philipp Kerr publicó en vida. Murió relativamente joven a los 62 años, en 2018. Después se ha publicado otra, El laberinto griego, y parece que hay otra en camino, Metrópolis. La acción de Azul de Prusia sucede en 1956, pero es tan leve que necesitó añadir una segunda historia que ocurre en el momento álgido del nazismo, en abril de 1939, poco antes de que se iniciase la guerra. En la primera trama vemos a Berni Gunther como empleado en un hotel de la Costa Azul. Allí lo encuentra la stasi del general Erich Mielke, el servicio secreto de la República Democrática Alemana, que le pide cuentas por haber hecho fracasar una operación de espionaje, en la novela anterior, El otro lado del silencio, al desenmascarar a una agente doble, Anne French, a la que ahora le ordena asesinar. Como Gunther se niega, un comando de la stasi al mando de un antiguo subordinado suyo en la Kripo, la policía criminal de la Alemania nazi, Friedrich Korsch, lo persigue para matarlo. En esa parte de la novela veremos a Gunther huir en tren, coche y bicicleta en Francia, con algunos muertos de por medio, en dirección a la nueva Alemania hasta llegar a las cuevas de cuarzo de Schlossberg, en Homburgo, en el Sarre. 

La segunda trama tiene lugar en torno al castillo que el Führer se había hecho construir en Obersalzberg, en los Alpes de Baviera, en el pueblo de Berchtesgaden. Allí encontraremos a gerifaltes nazis, el más importante Martin Bormann envueltos en una trata de corrupción, asesinatos y lucha por amasar poder y dinero en la cercanía del líder. Bernie Gunther recibe el encargo de Heydrich de desenmarañar un asesinato cometido en la terraza donde Hitler suele tomar el té. Por supuesto esta segunda trama ocupa más espacio y es más interesante que la primera por el morbo de ver la maldad de los nazis actuando en vivo y por ver si Gunther sale con vida del avispero. Las dos tramas se juntan en las cuevas de cuarzo de Schlossberg dando fin a la intriga novelesca aunque con esos diecisiete años de diferencia. La novela es larga y desigual, algo decepcionante en su resolución, quizá el mayor defecto de estas novelas de Philip Kerr, pero entretenida como novela de verano.


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