viernes, 12 de marzo de 2021

Héroes

 



Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.


Antes de la llegada de la edad de hierro, la dura existencia de quiénes trabajan la tierra, relatada por Hesíodo, seres oscuros, condenados a repetir permanentemente los mismos actos, transcurrió la breve edad heroica, entre el periodo de los dioses y el de los hombres, de no más de tres generaciones, como es breve el periodo humano entre la infancia y la adolescencia en que la mente experimenta con superpoderes y con monstruos de existencia tan polimorfa como efímera. Recién separado de la vida animal, reservando en su mente un lugar al temido Animal Totémico al que ofrenda sacrificios sangrientos, convertido poco después en dios, antes de que los dioses desaparezcan del todo, el hombre necesita figuras intermedias, seres híbridos, hijos de un dios y de una hembra humana o de un hombre y una diosa, antes de poder afirmarse en soledad y gestionar su desamparo. Es Platón en el Cratilo, quien deriva herōs de érōs, señala Roberto Calasso, porque los héroes "han nacido del amor de un dios por un mortal o de un mortal por una diosa". En los siglos X y IX a. C. los agricultores griegos comenzaron a contar historias, que se trasmitían oralmente, para individualizar a los héroes que enterrados en tumbas, túmulos y santuarios medio olvidados, que vivieron en una época anterior, imaginaron grandiosa y que tomaría forma literaria en la Ilíada y la Odisea.


En el ciclo heroico griego hay tres grandes relatos: la conquista del Vellocino de oro, la caza del Jabalí de Calidón y la guerra de Troya. El ciclo de los héroes empieza con la empresa de los argonautas y termina con el retorno de los héroes a su patria desde Troya, culminando con la vuelta de Odiseo a Ítaca. Los romanos, de la mano del emperador Augusto, encargaron a Virgilio un relato propio que incardinase en la epopeya troyana el origen mítico de la fundación de Roma.


El héroe, de ascendencia divina, señala Calasso, toma de los dioses el arbitrio y el privilegio que le permiten acometer hazañas fuera del alcance del hombre mortal, pero esa violación del orden derivará en una condena. En el mundo heroico lo importante era conseguir la victoria, no el precio que se debía pagar por ello. El profeta Calcante predijo que a Aquiles se le daría a escoger entre una vida corta y gloriosa o larga en años y anodina. Es lo que va del héroe al hombre. La vida de los héroes es brillante, intensa y breve. “Una vida que espumaba de fuerza -y que a veces caía en la ebriedad de la fuerza. Apenas la vida terminaba y el aliento último salía de la nariz, comenzaba una larga y monótona infelicidad”. En las epopeyas heroicas como poetizó Kavafis es el viaje y no el destino lo que se ha de narrar. Poco importa qué sucedió con el tesoro de Troya, el paladión, o qué con el Vellocino de oro o la piel del Jabalí de Caledonia, lo que se cuenta son los peligros, secuestros, trampas o romances a los que se enfrentan Jasón u Odiseo.


A Odiseo le advirtió el oráculo de Dodona que moriría a manos de su hijo, pero no fue Telémaco quién acabó con su vida sino el hijo que tuvo con la diosa Circe, Telégono. Circe envío a Telégono a la búsqueda de su padre. Extraño fin, la muerte del último de los héroes. A Odiseo, una vez muerto, Penélope y sus dos hijos Telémaco y Telégono lo llevaron a la isla de la maga Circe, la isla Eea, que no se encuentran los mapas. Después de sepultarlo, Atenea los emparejó de una manera extraña: Telégono debía casarse con Penélope y Telémaco con Circe. De esta doble y extraña pareja nacieron Latino, del que tomó nombre la lengua latina y de la primera nació Ítalo que dio nombre a Italia. Los romanos, sin embargo, prefirieron a esa estirpe que Atenea les ofrecía la que Virgilio les propuso en la Eneida.


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