sábado, 20 de marzo de 2021

“Qué extraña experiencia ser hombre, sin ni siquiera un resplandor divino”

 

Hércules amamantado por Hera


"Vino Alcmena tras ella, que tuvo a Anfitrión por marido

y engendró al corazón de león, al intrépido Heracles

tras haberse entregado en los brazos del máximo Zeus".

 (De la Odisea)


Zeus, en la última noche de su última conquista de una mujer sobre la tierra, escogió a Alcmena. Envolviéndose en una nube dorada, haciéndose pasar por su esposo Anfitrión, entró en su cama. Iba a ser la noche en que Zeus renegase de Táigete, Níobe, Ío, y Calisto, aunque no del todo de Dánae, porque también en esta ocasión hubo de transformarse en oro como cuando como lluvia dorada caía penetrando en la cámara subterránea donde su padre tenía recluida a Dánae.


En Alcmena era notable la fuerza antes que la belleza, que sin embargo era grande; y, apenas levantaba la vista, una cierta gravedad en la mirada, como de quien conoce el fondo de las cosas y lo callara para siempre”.


Zeus, al verse en la piel de Anfitrión, se decía, “qué extraña experiencia ser hombre, sin ni siquiera un resplandor divino”.


Alcmena, acostumbrada a la sofrosine, la templanza y a la moderación, “esperaba de esa noche un moderado placer y un dulce sueño. Pero esa noche fueron tres noches -llenas por completo de placer”.


En el último coito de Zeus, señala Roberto Calasso, el coito con Alcmena, en el que se habría de crear a Hércules, luego amamantado por Hera para ser divinizado, hombre y dios, pues, Zeus regalaría a las mujeres "la exaltadora capacidad de tomar a un hombre por otro y asimismo de tomar a un dios por un hombre y a un hombre por un dios".


Cuando el verdadero Anfitrión vuelve a casa de la guerra, tras una serie de largos y duros combates en los que había de ganarse el derecho a ocupar por primera vez la cama de su esposa Alcmena, se da cuenta de que si Alcmena está en la cama exhausta, adormecida y como náufraga es porque ha sido poseída. Entonces manda levantar una pira para quemarla viva, pues no ve otra solución. Cuando Alcmena ya está en la pira y las llamas empiezan a lamer su piel, dos ninfas celestes enviadas por Zeus, derraman agua sobre la pira y la salvan. "La humilde lluvia salvífica anunciaba algo más preciso y más grande, todavía indistinto: la nueva fase del reino de Zeus iba a fundarse sobre la metáfora. Fundamento sólido y lábil a la vez: porque la metáfora es un recuerdo”.


Hércules tras los doce trabajos, acogido en el seno de Hera, nodriza, madrasta y suegra, separa para siempre el mundo de los Olímpicos del mundo de los hombres que se ganan la vida con el sudor de su frente. Así lo cuenta Roberto Calasso en un brillante y el más poético capítulo de su último libro. Hércules, el hijo de Zeus y Alcmena, es el último de los hombres convertido en Dios.


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