domingo, 21 de marzo de 2021

La mirada que subvierte (Documentales)

 


El agente topo (2020)

o la vejez edulcorada. Ahora hay hasta documentales que se ficcionalizan. Los productores de este documental chileno quieren reflejar lo que sucede en el interior de una residencia de ancianos. Simulan que entran de incógnito por medio de un anciano de 84 años que ha de buscar en su interior a una residente que supuestamente recibe malos tratos. Elaboran una pequeña trama detectivesca con micrófonos y cámaras supuestamente ocultos, un McGuffin que algunos críticos cinematográficos increíblemente se toman por cierto. Una vez en el interior el anciano conversa con las residentes sin descubrir nada anómalo, tan solo el derrumbe de hombres y mujeres que se van yendo. Su soledad. Junto a la inexorable decrepitud encuentra además bondad. Bondad en los ancianos bondad en los asistentes bondad en el sistema. Todo aquel que las haya visto por dentro sabe que el panorama de las residencias es bien distinto. Sobre todo en este tiempo. Presentar este documental ahora, premiarlo ahora, alabarlo como hacen los críticos sin una pizca de decencia ahora es un dato de la moral contemporánea. Lo peor de este documental chileno es que muchos de los que lo vean pensarán con satisfacción que el mundo es así, bondadoso y bello. Muy del gusto de los santurrones con púlpito -diabólicos santurrones: feroces savonarolas con sus 'enemigos', ternerillos adolescentes ante la Idea- en las pantallas de Movistar y de Mediapro, en realidad en todos los media, con afán educador. Cuando un producto cultural choca tanto con la realidad solo puede producir hastío.




Colectiv (2019)

Lo peor de este documental rumano es que poca gente lo verá. Lo pasan en una plataforma que no tiene muchos seguidores, HBO, y nula o escasa publicidad, a pesar de que esté en la rampa de salida de los Oscar. Colectiv desnuda el sistema de salud rumano, a partir de un horrible incendio en una discoteca y la desatención hospitalaria (Colectiv Club de Bucarest, 30 de octubre de 2015: 65 muertos), la corrupción con resultado de muerte, la opacidad del gobierno, la escasa disposición de los medios ‘partidarios’ para investigar lo oscuro e informar. El documental sin narrador sin voz en off sin nadie que eduque la mirada del espectador va mostrando, siguiendo a un periodista y al nuevo ministro de sanidad, la podredumbre del sistema, que solo aparece cuando unas pocas personas se empeñan, con todo en contra, en que se haga la luz. Y se hace y cae el gobierno y se encausa a alguno de los responsables. Un nuevo gobierno de técnicos asume la dirección del país durante un año. Y al cabo del año ¿quién vuelve al gobierno tras las elecciones? Los mismos que llevaron a la ruina moral al país. En las imágenes postreras, la desesperanza, el padre le dice al joven ministro reciente, Vuelve a Viena, aquí no tienes nada que hacer.

Siempre son unos pocos los que se empeñan, se arriesgan y se alzan contra la conciencia dormida de un país. Meticones. Basta ya. Mal vistos señalados presionados perseguidos. Hacen un bien momentáneo. Lo que denuncian es tan grave que algo hay que hacer. Una parte chiquita del país les atiende y puede que durante un momento arrimen el hombro, pero al cabo vuelven las aguas donde solían.

Ahora está de moda este tipo de documentales de denuncia. Es dudoso que puedan movilizar la conciencia de un país o que hagan cambiar su errónea visión. Para que eso suceda debe haber una sociedad civil poderosa que se enfrente al partidismo ambiente y que presione a los periódicos para que hagan su labor. En España hay mucho partidismo y poca sociedad civil. Y cuando se hacen documentales, y aparecen ensayos, suele ser al cabo de los años cuando el grave problema ha disminuido su gravedad y los que los hacen -productores técnicos guionistas directores periodistas- no corren riesgo de ningún tipo. Y los espectadores pueden verlos -si son partidarios de los corruptos no lo harán-, tranquilamente en su casa, sin señalarse en la cola de un cine. ¿Cómo se forja una sociedad civil?


Estos dos documentales habrían de verse en pantalla partida, como en El año del descubrimiento. A un lado el falseamiento complaciente, al otro la mirada que subvierte dos mil años de Bondad y dos siglos elevando la pancarta de un Bien simplificado. Trabajo de Sísifo, desarraigar de la mente occidental la idea de los finales felices.





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