viernes, 19 de marzo de 2021

Castellio contra Calvino: Reducir al hombre a 'comunidad'. Citas

 


El libro que Stefan Sweig escribió sobre la polémica teológica, y filosófica, entre Sebastian Castellio y Jean Calvin (Calvino) es de sorprendente actualidad. De las citas que siguen las que están en cursiva pertenecen a Castellio y las demás a Sweig, aunque este mezcla sus ideas con las de aquel.


"No creo que lo sean todos aquellos a los que se llama herejes... Esta denominación resulta hoy en día tan ultrajante, tan espantosa, tan despectiva y temible que cuando alguien quiere librarse de un enemigo personal, tiene un camino muy cómodo, a saber, hacerle sospechoso de herejía pues apenas tienen noticias de ellos los demás, sienten tal miedo ante la mera calificación de hereje que se tapan los oídos y, ebrios de ira, no solo le perseguirán a él, sino también a aquellos que osen decir una palabra en favor suyo".

                                                                (Sebastian Castellio, De haereticis)


Siempre son los contemporáneos los que menos saben de su propia época. Los momentos más importantes escapan, sin que se den cuenta, a su atención, y los verdaderamente decisivos casi nunca encuentran en sus crónicas la debida consideración.


Tarda un pueblo en comprender que las ventajas temporales de una dictadura, su rígida disciplina y su creciente empuje colectivo, se pagan siempre a costa de los derechos individuales.


La humanidad jamás se ha sometido a los pacientes y justos, sino siempre únicamente a los grandes monomaniacos que tuvieron el valor de anunciar su verdad como la única posible y su voluntad como la fórmula de la justicia en el mundo.


Calvino somete a los individuos de su rebaño con ordenanzas para reducirlos a 'comunidad'… Para conferir a la idea de Dios la más perfecta dignidad, priva de todo derecho y dignidad a la del hombre: bestia indomable y feroz.


Hasta los hombres rectos se convierten por miedo en denunciantes.


Los hombres de partido siempre tratan la verdad, cuando ha de servir a su política, de manera despótica.


Castellio es uno de esos héroes secretos del espíritu que, sin que el mundo los vea, incluso en la oscuridad del olvido, luchan por lo que para ellos es sagrado: la inviolabilidad de la palabra, el derecho inalienable a la opinión pública.


Ante la tiranía, las naturalezas benévolas se resignan siempre demasiado deprisa y con ello facilitan el juego de los violentos. Callan los humanistas, los clérigos, los sabios.


Cada época escoge siempre a un grupo de desdichados para descargar sobre ellos el odio colectivo represado: siempre un grupo débil, a causa de la religión, el color de la piel, la raza, el origen, ideales sociales o ideología, para descargar sobre él las energías de destrucción latentes en el ser humano. [Esta es la secuencia: Calumnia, desprecio, exterminio].


"Al reflexionar acerca de lo que en definitiva es un hereje, no puedo sino concluir que llamamos herejes a aquellos que no están de acuerdo con nuestra opinión". (Castellio)


El culpable, el eterno culpable del delirio asesino y de la confusión salvaje de nuestro mundo, es el fanatismo, la intolerancia de los ideólogos, que solo quieren reconocer su idea, su religión, su ideología.


Los tiranos buscan siempre embellecer sus actos de violencia con algún ideal religioso o ideológico, pero la sangre ensucia cualquier idea. La violencia envilece cualquier pensamiento.


La parcialidad en el pensamiento lleva inevitablemente a la injusticia en el modo de proceder. Allí donde un hombre o un pueblo están poseídos por el fanatismo de una única ideología, nunca hay espacio para el entendimiento y la tolerancia.


Cuando ya consideramos la libertad como algo habitual y no como el don más sagrado, de la oscuridad del mundo de los instintos surge un misterioso deseo de violentarla. De cuando en cuando la Historia provoca retrocesos incomprensibles. En esos espantosos momentos, la humanidad parece recaer en la saña sanguinaria de la horda y en la docilidad esclavista del rebaño.



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