Netflix
suele guardarse para fin de año producciones que dejen huella. El
año pasado lo consiguió con Roma,
este año tiene tres buenas películas recién estrenadas. De El
irlandés
ya he hablado. Las otras son Los
dos papas
e Historia
de un matrimonio.
Los
dos papas
está muy bien hecha: el montaje, los escenarios, el colorido, el
ritmo de buena parte de la peli es inmejorable. La
presentación del escenario, de los palacios del poder vaticano, de
los jardines, del vuelo de los lujosos hábitos cardenalicios por
escaleras y salones de mármol en época de votación para elegir
un
nuevo papa es un placer visual. He
disfrutado mucho con la primera parte. Incluso la secuencia inicial
del diálogo entre estos dos papas prometía una película
importante, de aquellas de otros tiempos en que se discutían
cuestiones de fondo, sobre el poder, la fe, el compromiso. La
interpretación es magistral, Anthony Hopkins y Jonathan Pryce lo
bordan, solo por ellos ya merece la pena, pero luego la película
empieza a decaer, abandona el brillo de la discusión inteligente y
se centra en cuestiones más biográficas, más locales, sin ahondar
en la decadencia de la Iglesia, en el sentido de la fe, yéndose por
el interés social del nuevo papa (Argentina, la dictadura, los
barrios
marginales), a
tono con la corrección de los tiempos. Más
que una visión realista de esos temas es una hagiografía del papa
Bergoglio. Una
peli navideña, pues.
Historia
de un matrimonio
Pero
quizá la película de estos días, por familiar, por
larga
y
porque
es para verla en streaming en casa, sea Historia
de un matrimonio,
de Noah Baumbach (Netflix).
Empieza
con el parloteo de una de esas típicas pelis a a lo Woody Allen, la
presentación de los dos personajes de la obra (una Scarlett
Johansson desconocida y un Adam Driver que hace aquí de actor de
verdad), sigue como comedia familiar con niño, risas y sonrisas,
continúa con un áspero drama judicial con abogados que se lanzan
dardos envenenados por encima de la cabeza de las víctimas, con una
escena algo teatral de los protas a punto de lanzarse al cuello el
uno
al otro pero sin llegar, y acaba volviendo a la comedia que debería
ser la vida, aunque no lo sea, como
todo el mundo sabe.
Como
peli es buena, corre el metraje y uno no rebulle en la butaca, bien
rodada, cuidado cada detalle, bien medida. Como reflejo de la vida
real, es otra cosa: puede que los ricos y famosos lo vivan de ese
modo, pero una separación para el común de los mortales es mucho
más ruin y alevosa.
The
Aeronauts
Y
por hacer un trío, otra peli familiar, The
Aeronauts (Amazon),
esta de aventuras. Un hombre y una mujer embarcados en un globo,
pasada la mitad del XIX, para alcanzar la mayor elevación conseguida
hasta entonces. Paisajes, vértigo, nubes, frío,
y mucho colorido, el
cine de aventuras a la antigua usanza.
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