domingo, 3 de noviembre de 2019

El Cantar de Cantares de Fray Luis de León



La versión de la Biblia a las lenguas populares del siglo XVI las ennobleció, sacándolas del habla vulgar y proporcionándolas un molde canónico en el que los escritores pudieran inspirarse. Sucedió con la traducción al alemán de Lutero (1522) y con la llamada Biblia del rey Jacobo (1611) para el inglés. En Italia, Dante y Petrarca habían cumplido esa función en el XIV. Con el castellano podría haber ocurrido con la versión de Casiodoro de la Reina, la llamada Biblia del Oso (1569), pero la Inquisición impidió que los hablantes del español accedieran a la lectura de la Biblia en su idioma vulgar. Los filólogos aseguran que esa función la cumplió el Cantar de Cantares, en la traducción pero sobre todo en los comentarios del libro bíblico por Fray Luis de León.

La versión que ofrece Fray Luis está lastrada por su literalismo. Para Fray Luis, “prima el carácter sagrado de la Escritura y practica entonces una traducción palabra por palabra, ‘aún cuando la sintaxis resulte dinamitada y las dificultades de comprensión aumenten’, remitiendo para la explicación de su oscuro sentido al comentario posterior” (Javier Gomá, Dignidad). Es en esos comentarios al Cantar donde está la fuente de inspiración para los escritores posteriores que busquen un estilo elevado en nuestra lengua.


Bésame con besos de tu boca
que tus amores son mejores
que el vino

Recostadme entre los viñedos,
tendedme un lecho
entre los manzanos:
estoy enferma de amor

Ya me he quitado la túnica,
¿volver a vestirla?
Ya me he lavado los pies,
¿volver a calzarme?
Mi amado apoya su mano
en la hendedura
y se me estremecen
las entrañas.
Por mis manos corren
jugos exquisitos.


Venga el mi amado a su huerto
y como la fruta de sus manzanas delicadas (5,1)

Porque le había hecho semejante a un delicioso huerto, ella ahora por estas palabras, encubiertas y honestamente, ofrécesele a sí misma y convídale a que goce de sus amores. Como si dijera más claro: «Pues que vos me hicisteis semejante a un jardín bello, ¡oh amado Esposo!, y dijisteis que yo era vuestro huerto, así lo confieso yo y digo que soy vuestra y que todo lo buen que hay en mi es para vos. ¡Venid, Esposo mío!, coged, y comeréis de los buenos frutos, que en este vuestro huerto tanto os han contentado!».



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