Qué patético, que cansino resulta oír al presidente una y
otra vez la misma cantinela sobre las reformas, qué desesperante verle
derrochar, tan rápidamente, la confianza que los españoles le han dado, incapaz
de mantener su palabra, de imponerse como había prometido al barullo de las
presiones de su partido, de los empresarios, de los periodistas; ofendido, él y
los suyos, porque alguien se haya atrevido a llevar al juez la denuncia por las
tropelías que la clase política –el PP, el PSOE, IU, los sindicatos, los
empresarios- ha cometido en las cajas de ahorro; qué cansancio oír al PSOE diciendo
que se opone a las reformas, sean cuales sean, de las que el presidente habla,
sin convertirlas en ley, y si lo hace, tan aguadas que no sirven para nada; qué
cansancio ver a los sindicatos peleando por mantener sus privilegios y los de
sus próximos, esos mineros que se resisten a que se les trate como a los demás; qué desesperanza, ver como una a una las ocasiones se van perdiendo.
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