jueves, 28 de octubre de 2021

Viaje a Oxiana, de Robert Byron

 


Robert Byron inició su viaje el 20 de agosto de 1933 en Venecia y lo concluyó en Peshawar, el 19 de junio de 1934. Su relato lo escribió en forma de diario, donde va consignando los lugares que visita, la altura sobre el nivel del mar y los kilómetros recorridos desde el lugar del que partió. Visitó además de los mencionados, Chipre, Palestina, Siria, Iraq, Irán y Afganistán. Byron era originario de una familia de clase media, educado en Oxford, con una fina sensibilidad hacia las formas artísticas. Apreciaba lo bizantino y lo ortodoxo frente a lo católico, estaba especialmente seducido por la escritura cúfica, los azulejos selyuquíes, las mezquitas safávidas o los mausoleos timuríes y el arte islámico en general. Sus anotaciones son interesantes desde múltiples puntos de vista, pero se detiene, se diría que cayendo en una especie de éxtasis, delante de la decoración de las grandes mezquitas, madrasas, minaretes y mausoleos que va encontrando en Isfahan (La Mezquita del jeque Lotf Allah, 1615), en la ciudad santa de Mashhad (la mezquita timurí, 1418), en Yazd, en el mausoleo de Gohar Shad en Herat o en Kabul y ante las torres, a que tan aficionados eran los iraníes medievales, de Gonbad-e Qābus (1007) o de la Victoria de Ghazni (siglo XI), describiendo poéticamente o comparando los distintos monumentos entre sí o la superioridad islámica sobre la arquitectura y escultura budista o hindú en general.




Byron no se conforma con detallar y comentar los monumentos islámicos, hace apuntes antropológicos, geológicos, históricos y políticos sobre el estado de cosas en Persia y Afganistán o sobre las relaciones con los rusos, alemanes y británicos que va encontrando, buenas, en general con los funcionarios o viajeros y no tanto, las oficiales, que le impiden pasar de un lado al otro de la frontera. Le duele en concreto que los soviéticos no le dejen llegar hasta el río Oxus, el actual Amu Daria, siendo la Oxiana, el Turkestán y el Badaksán afganos, el objetivo principal de su viaje. Aún así el lector echa de menos comentarios más precisos sobre los regímenes soviético y nazi que entonces se asentaban en Europa. Aunque sí comenta, con humor o sarcasmo, la indumentaria, la comida, el carácter o la amabilidad de la gente, empleados, sirvientes, funcionarios, sin entrar en mucho detalle. Da cuenta de las dificultades del transporte en su viaje en coche, en camiones, caballos o burros, de las lluvias torrenciales, de puentes que se hunden, del barro, la nieve y el hielo, de piojos y pulgas y diarreas o cómo entra disfrazado en la mezquita de los viernes de Mashdad. Es llamativa la poca atención que presta a las mujeres. Se sabe que una de las hermanas Mitford, fervientes pronazis, esperaba que le pidiese en matrimonio y que como la petición no llegó hizo un comentario despectivo sobre la pederastia de Byron. Entonces, pederastia era metonimia de homosexualidad. De hecho tuvo un amor no correspondido por Desmond Parsons, un hombre atractivo, cuya muerte temprana, a los 26 años, devastó a Byron. Sabemos estas cosas por sus biógrafos. Uno de ellos fue Cristopher Sykes, que le acompañó en el viaje, para quien, hijo de nobles terratenientes, era más fácil viajar. Incluso escribieron juntos una novela.


No fue su Viaje a Oxiana el único libro que Byron escribió, dedicó un par de ellos al Monte Athos, otros a la arquitectura bizantina, el Tibet o la India, pero fue este el que Bruce Chatwin consideró como un libro sagrado, por su influencia en los viajeros posteriores. Chatwin lo llevó en sus cuatro viajes al Asica Central. Robert Byron murió joven, a los 35 años, en 1941, cuando el barco en el que viajaba fue torpedeado por los alemanes.



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