Lo peor que puedes hacer después de un periodo de desconexión es volver con rapidez a los periódicos (o la tele o la radio), meterte de hoz y coz en la actualidad. Ves de inmediato la mediocridad en la que estamos instalados y te entra una depresión que se cura volviendo al modo rutinario. Además pierdes de inmediato el beneficio que tu mente ha logrado al liberarse de toda conexión. La actualidad es fundamentalmente política, relatos en torno al business mediático. Los media viven de dos grandes relatos: el primero en torno al famoseo, desde las figuras del fútbol -hubo un tiempo que eran del toreo, cada vez menos del cine- hasta los famosos sin otra condición que serlo, y, el segundo, en torno a la figuras del star system político y periodístico. Una cualidad une a ambos relatos, la mediocridad. El público se entretiene con los que considera sus iguales.
Pero así como el star-system del Hollywood clásico se sustentaba en un atractivo que apelaba a la emoción por encima del raciocinio, basado en belleza y juventud, el star-system político, tanto español como mundial, combina cualidades del antiguo Hollywood con las del actual famoseo, relativa juventud, cierta apariencia, cierta fama, sin aquellas que la política debería exigir, el dominio técnico de las cuestiones para las que son nombrados o elegidos. Así como lo sustancial era que James Dean y Marilyn Monroe fueran jóvenes y bellos, y a ser posible que muriesen sin envejecer, y que de Belén Esteban y Rociíto no se espera que sean inteligentes o hábiles en algún tipo de competencia, del star-system político no se espera que tengan las cualidades que exigiría su función, resolver asuntos (también que su estancia en el ‘candelabro’ no se prolongue demasiado, que 'mueran' jóvenes). Lo vemos en cada crisis que se presenta, cómo improvisan, cómo tardan en ofrecer una solución: Covid, crisis energética, crisis institucional. Sus equipos sólo son diestros en el marketing de los grandes temas de lenta elaboración: cambio climático, identidades, ingeniería social. Es una cualidad indefinible lo que hace famosas a Rociíto o a Belén Esteban, como lo es la que eleva a Donald Trump o sanchez, no una competencia técnica. Lo que asemeja a unos y a otros es su virtualidad, la capacidad de ser moldeados para representar en cualquier momento cualquier cosa. Son actores. Han de estar vacíos, no producir un contenido propio, para poder reflejar la luz que reciben y encantar, produciendo lágrimas o sonrisas, identificación, emoción sin racionalidad.
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