lunes, 25 de octubre de 2021

Valdiniense 4

Ermita de San Tirso, Boca de Huérgano


Anoche le di tanta pena a la mujer de Llánaves, la que lleva el hotel, Hotel San Glorio, que me rebajó la habitación y la cena, de 50 a 45, además no quería cobrarme una cerveza y yo le dije que ni hablar, que bastante había hecho ya por mí. Como mirar diligente en mapas para ver qué ruta debía seguir hasta Espinama. Y esta mañana un desayuno abundante. Lo mismo hicieron los vaqueros que me trajeron desde Portilla de la Reina. Tenían claro que había sido una suerte llegar hasta Llánaves porque había menos kilómetros que hacer y con mucha menos pendiente. El problema es que ellos conocen la zona y no hay mapa que reproduzca la ruta que me indicaban. De todos modos no hubiese servido de nada porque sin cobertura, no podía llamar para reservar en Espinama. Misteriosamente un SMS que envié recibió respuesta, el albergue estaba cerrado. Con las casas rurales no pude contactar. Así que decido ir a Potes porque ahí sí que hay un albergue. Tomo una decisión jodida, dejo Espinama para otra vez.


Después de dormir en Llánaves con mis dolores, sigo ahora una pista forestal que me lleva a San Glorio. Abajo a la izquierda veo la carretera serpenteante y me entra el pánico. Nunca hagas largas caminatas sobre asfalto. La pista desde Llánaves a San Glorio es ancha y humeante: mierda fresca de vacas y también, creo, de oso. He fotografiado huellas recientes.


Desde San Glorio, la bajada es pronunciada, me evito los 27 km de carretera yendo por una senda forestal, pero aquí también hay un problema, la mayor parte del camino hasta Villaverde está embarrado, muy embarrado diría yo en alguna parte, porque parece que ha llovido, es barro líquido, el resto endurecido, se puede pisar encima. En otras zonas la mierda de vaca se confunde con el barro y es imposible no pisarla. En el pueblo encuentro un cortejo fúnebre que va despacio despacio por pistas de hormigón empinadas, y yo detrás. Después de Villaverde el sendero baja hasta el río. Es agradable aunque hay mucho cascajo debajo de las hojas secas y para mis pies es un dolor continuo. 


La Vega es un pueblo muy bonito el camino sube ligeramente, pero lo peor de todo es que al amigo Revilla se le ha ocurrido poner hormigón en el camino lebaniego con lo cual es como si fueses por carretera.


Llego a Potes con los últimos kilómetros de asfalto que me abrasan los pies. Por fin un albergue, como Santo Toribio manda. Aunque las cosas no pintaban bien.


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