martes, 26 de octubre de 2021

Valdiniense 5

 


Estoy aprendiendo de músculos estos días. Mi problema mayor ha sido los tibiales anteriores y el perineo, también los metatarsianos, ha llegado el momento en que no podía caminar. Nunca he sentido un dolor parecido. Pero la tortura se ha acabado. Ayer, otros tomaron la decisión por mí. Al llegar al albergue de Potes ocurrieron dos cosas. Lo primero que la chica de recepción que trabaja de 14 a 20, es decir, una empleada del ayuntamiento, se negó a dejarme entrar porque yo no tenía la credencial. Le expliqué todos los detalles: que comencé el camino en Mansilla, que en Mansilla no la pude conseguir porque tanto el albergue como la Asociación de Amigos del Camino estaban cerrados, también la iglesia; lo mismo me ocurrió en las poblaciones siguientes. Todos los albergues hasta Potes cerrados, los públicos y los privados, también el ayuntamiento o la casa de cultura cuando llegaba. Se ve que han decidido ponerse de acuerdo para cerrar todos en estas fechas, tomarse unas vacaciones antes del puente de noviembre. No hubo posibilidad material de conseguir la credencial. Eso en cuanto al camino Valdiniense, en León. Lo del Lebaniego es otra historia. Envié un correo electrónico a Santander que es desde donde se emite la credencial. Me dijeron que la recogiese en Santander, cuando les aclaraba que lo hacía desde Mansilla. No hubo manera, no me la podían enviar por correo electrónico. Conociendo todos estos datos la chica se negó a admitirme: no podía, lo sentía mucho, eran órdenes. Tuve que ir a la oficina de turismo, dependiente del ayuntamiento, esta sí abierta, menos mal, para aclararles la situación. No me pusieron ninguna pega, que ya telefoneaban. Pero entonces me dijeron otra cosa, que en adelante los albergues el camino lebaniego estaban también cerrados, que mejor que abandonase. Es lo que he hecho, la excusa para dejarlo porque ya no podía más. 


Había otras personas en el albergue de Potes. Misteriosas, huidizas. Desde el bar, junto al puente, mientras me tomaba una cerveza, vi a una mujer que tendía una toalla en la ventana, sobre el río, cerrándola para que el aire no se la llevase. Una visión fugaz. El albergue tiene varios dormitorios, en cada uno no más de una persona. En otro, para hombres, oí ruidos, muy leves, supuse que dentro había un hombre. No hubo modo de contactar con ellos, no los vi, a pesar de que entré y salí varias veces, no usaron el comedor, no había huellas en los baños. Lo siento por ellos, porque subiendo hacia Espinama o hacia Potes se iban a encontrar un panorama triste. Le dije a la chica de recepción que debería hablarles de mi experiencia. Se alzó de hombros. 


Hay un problema de malas infraestructuras tanto en el Valdiniense como en el Lebaniego, es evidente. Lo promocionan pero confunden a los peregrinos, no dan la información necesaria. Pero he de reconocer que soy tozudo y que la mayor parte del problema soy yo mismo. Hice demasiados kms por día. Aunque el día de Crémenes a Portilla de la Reina fue mala suerte que en Portilla todo estuviese cerrado, con engaño incluido. La que llevaba la casa rural me dijo que la casa estaba ocupada, era lunes. Cuando llegué me acerqué por si las moscas; eran las siete de la tarde; no había nadie dentro, estaba vacía; un vecino la llamó, yo no tenía cobertura; contra toda evidencia dijo, desde Riaño, que la tenía ocupada. Menos mal que después de una etapa kilométrica sobre asfalto, los vaqueros que me oyeron en el bar se ofreciesen a subirme a Llánaves. Moraleja: no hagas etapas largas sobre asfalto. Lo de Espinama, que también estuviese cerrado el albergue -me enteré por casualidad-, no pude saber qué ocurría con las casas rurales, creo que fue más buena que mala suerte, porque qué habría hecho yo con mis pies destrozados.


Esta vez no se ha cumplido, o muy poco, lo que voy buscando en el Camino, la total desconexión con la actualidad, el relajamiento del cuerpo y del alma, la paz interior. El dolor se ha interpuesto en mi propósito. Al menos, he aprendido sobre mi -limitada- capacidad de resistencia. No he visto ni un solo peregrino.


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