Los votantes vascos fueron los primeros en darse cuenta de las grandes ventajas que suponía estar gobernados por nacionalistas. Desarrollar una conciencia moral es más arduo que constatar a simple vista las ventajas de la excepción fiscal. Lo están aprendiendo rápidamente los navarros. A los catalanes les cuesta un poco más porque lo quieren todo: creen que la independencia les hará más ricos. La parte del censo que vota nacionalismo, en las regiones, es parecida a la que vota PSOE, en el resto. Todos juntos forman la coalición de los privilegiados. El espíritu del votante se podría resumir de esta manera: una buena conciencia que pone a salvo la situación personal de privilegio. La buena conciencia se relaciona con la retórica de la salvación del planeta, la pobreza en el mundo, a las que en los últimos tiempos se ha añadido la salvaguardia de las identidades: feminismo, antirracismo, LGTB+, y, con muchas cautelas, la cuestión de la inmigración. Todos asuntos que pillan lejos o no ponen en cuestión la situación personal de privilegio, de ahí las cautelas sobre la inmigración, esa sí cercana. Por ello, cuestiones como el paro juvenil la precariedad el desempleo los pies de barro del sistema de pensiones la deuda astronómica que se deja a pagar a las generaciones futuras son asuntos que mejor no tratar o envolverlos en una retórica pospolítica.
¿Pero quiénes son esos votantes que confían en mantener sus privilegios votando a la izquierda? Los que tienen trabajo seguro y un sueldo decente, pensión asegurada y seguridad social completa, y que saben que en cualquier negociación siempre pueden obtener un privilegio más: funcionarios trabajadores de la Administración trabajadores sindicados empresarios grandes y pequeños que viven del presupuesto -de ahí el aumento constante de las élites regionales- y que esperan su parte del pastel de los fondos de la Unión Europea, más toda esa gente que vive del entramado de redes societarias y asociaciones culturales, sociales, de ayuda, subvencionados con la parte del presupuesto que distribuye el gobierno. ¿Podrá hacer mella en ellos la inequidad del sistema social y económico español si alguien se la pusiese ante los ojos? No, porque el líder que hable con claridad, que expusiese los problemas y las responsabilidades que individualmente hemos de asumir, no existe, yo no lo conozco.
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