lunes, 15 de marzo de 2021

Minari (2020)

 


Veo la multipremiada película Minari a última hora de la tarde, y ahora por la mañana que reflexiono sobre ello me preguntó de dónde procede mi insensibilidad, mi falta de empatía con los personajes. ¿Es debido a que la película está mal manufacturada o que he perdido empatía?


Una familia coreana con dos niños llega al sueño americano en la época de Reagan. Sus comienzos de vida de obreros mecanizados en California les insatisface, así que se trasladan a una zona rural de Arkansas donde reinician una vida partida entre un trabajo de supervivencia como sexadores de pollos y una granja en una pequeña parcela donde cultivan productos de la huerta coreana. Para cuidar de los niños traen a la abuela desde Corea. Su adaptación al nuevo país y la adaptación de los niños a la abuela es difícil. Suceden cosas que ya he visto muchas veces, la dificultad de sacar adelante una granja por la falta de agua, por cómo vender nuevos productos en un mercado desconocido, el incendio de la cosecha y el almacén, junto con las peleas conyugales o la relación abuela nieto. Añadamos una manera de presentar de forma un tanto plana los problemas más duros de roer de la realidad: el niño con un grave problema cardíaco, la conexión con vecinos blancos pueblerinos y algo toscos, la religión como forma de integración social.


Me preguntó si mi falta de empatía con los personajes se debe a que veo la película solo, a última hora, con subtítulos, o a que es algo que ya he visto muchas veces y que el cambio de etnia de los personajes no añade nada. Aún así me siento incómodo, por qué mi insensibilidad. No me considero una persona inmoral, de hecho estoy haciendo esta reflexión, me lleno de preguntas. ¿No tendrá que ver con la reiteración, la vuelta continua de lo mismo? La visualización del mundo como modo dominante y totalitario de aprehender la realidad. Vemos, sin margen para percibir las cosas de otro modo. Imágenes subsidiarias, puesto que no son nuestras sino de intermediarios que nos las imponen. Llegará el momento si no ha llegado ya en que la vista puesta en los dispositivos electrónicos sea mayor en tiempo de lo que vemos directamente de la realidad. Por fuerza, esa acumulación sin tiempo para la pausa, la desconexión y la reflexión nos insensibiliza. Sometidos al bombardeo incesante de imágenes y sonidos, pero no de olores, sabores y sensaciones táctiles, nos robotiza: memorias externas que almacenan sonidos e imágenes en movimiento producidos por otros, por empresas cuyo fin no es el conocimiento del mundo sino atraer y fijar la atención sin tiempo para procesar y poner en contexto, comprender y empatizar con la trama sensible que conforma la humanidad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario