jueves, 4 de febrero de 2021

El reino del lenguaje, de Tom Wolfe

 



Menudo revuelo que levantó la publicación de The Kingdom of Speech, en 2016. No hubo crítica en EE UU y en GB que no se lanzase al cuello del ilustre periodista. Tom Wolfe tuvo tiempo de regodearse antes de que el Altísimo le llamase a rendir cuentas (2018) por su falta de respeto. Pero era esperable que el periodista más famoso de finales del XX se interesase por lo que habían respondido las grandes luminarias sobre la materia de su trabajo, el lenguaje. Y qué luminarias, Darwin y Chomsky. ¿Cuál es el origen del lenguaje? Una pregunta que implica a muchas áreas del saber, desde la biología a la antropología y que ha dado origen dentro de los estudios filológicos a una rama que se manifiesta orgullosamente al margen pues se presenta como ‘ciencia pura’. Aún recuerdo al joven profesor de la facultad de Barcelona, pelo engominado, mejillas rasuradísimas, camisa y pantalón radiantes, que atraía a una manifestación de alumnos a sus clases, muchos sin matricular como era mi caso, bajo el reclamo de ‘Lingüística matemática’, título con el que acababa de ganar el Anagrama de ensayo. Después de escucharlo embobados contando anécdotas de grandes lingüistas, apenas le quedaba tiempo en los minutos finales de cada clase para dar razones del porqué del premio concedido y a los oyentes para entender.


La lingüística chomskiana abdujo a generaciones de profesores y alumnos durante varias décadas, por lo mismo que en la facultad de filosofía triunfaba la filosofía de la ciencia o en la de historia los estudios cuantitativos. El saber humanístico debía orientarse hacia la ciencia pura, como la física, y a ser posible enunciarse con fórmulas matemáticas. Con que pena se cruzaba uno por los pasillos de las facultades humanísticas con los viejos historiadores positivos, con los metafísicos o con los gramáticos históricos. Chomsky ocupaba el trono.


Pero, entonces, ¿cómo surgió el lenguaje? Tom Wolfe no invalidaba la teoría de la evolución por medio de la selección natural, el gran hallazgo de Charles Darwin, cuyas pruebas expuso en El origen de las especies, de 1859, solo le recriminaba no haber sido justo con Robert Wallace y compartir honores con él pues se le había adelantado en el descubrimiento cuando el año anterior, desde algún lugar del archipiélago malayo, le envió el manuscrito de 25 páginas, 'Sobre la tendencia de las variedades a apartarse indefinidamente del tipo original'. Pero, sobre todo, separaba ese gran descubrimiento del intento fallido, en el segundo libro de Darwin, La evolución del hombre, de explicar el origen del lenguaje a partir de la imitación del canto de los pájaros, sin aportar pruebas. El propio Wallace se mostró partidario del Max Müller, el lingüista más reconocido de entonces, cuando este afirmó en 1861: "El lenguaje es nuestro Rubicón, y ninguna bestia se atreverá a cruzarlo". Wallace creía que el hombre tenía una 'inteligencia superior' que explicaba la creación del lenguaje de forma independiente a la evolución por selección natural.


Lo mismo sucedía con la ‘gramática universal chomskiana’ expuesta en 1959, en sus Estructuras sintácticas. No aportaba pruebas de un ‘órgano del lenguaje’, de un ‘dispositivo de adquisición del lenguaje’ surgido por evolución, que explicase cómo los niños de cualquier lugar del mundo adquieren con suma facilidad el idioma y sus reglas. La prueba que Tom Wolfe aducía para desacreditar al lingüista era el trabajo de Daniel Everett con el pirahã. Everett había pasado 30 años en esta tribu amazónica y había descubierto que ese idioma endiablado de aprender no conocía la recursividad, algo común a todas las lenguas: la subducción de una frase en otra y en otra y en otra. "Juan me hace saber que para María la lectura del libro sería difícil porque Pedro le ha dicho que es un galimatías que ni siquiera Felipa es capaz de comprender". La recursividad, según Chomsky, era la clave que demostraba la existencia de una gramática innata universal. El pirahã lo desacreditaba. Es decir, no habíamos adelantado nada con respecto al origen del lenguaje. Para Everett no existe un mecanismo previo para la adquisición del lenguaje, sino que este se forja en la comunidad, en la cultura: es un artefacto cultural gracias al cual dominamos el mundo. A día de hoy las dos versiones están enfrentadas.


Tom Wolfwe aporta su propia ocurrencia. Tenemos la necesidad de recordar, de almacenar cosas e ideas. Para ello necesitamos un sistema, un sistema de reglas mnemotécnicas que nos hagan fácil recordar. El lenguaje es una forma de codificación de las cosas de la naturaleza para memorizarlas y ponerlas a nuestro servicio. ¿Es así como sucedió? Quién lo sabe.


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