lunes, 4 de mayo de 2020

La conjura contra América



Hay males insoslayables, el mayor la muerte propia, ante la que no cabe sino acatar la sentencia. Otros que se pueden aliviar, reducir o combatir con los medios que la sociedad va acopiando, el progreso económico y científico y las instituciones políticas, como las enfermedades, la miseria o las catástrofes naturales. Y otros que no vemos venir aún cuando son de procedencia humana y que causan un dolor proporcional a nuestra ceguera. El ideal del hombre nuevo y la promesa de su novedad causaron estragos en las primeras décadas del siglo pasado. Es fácil decir ahora que la voluntad de poder, la supremacía de la raza y la superioridad de la propia nación conducirían al exterminio de razas inferiores e infrahumanos. Los nacionalistas exaltados vieron con alegría el surgir de un movimiento que les llenaba de optimismo, la potencia de un pueblo fuerte y unido tras la crisis económica. Es aún más difícil, muchos aún hoy no lo ven de ningún modo, que el ansia de igualdad, el ideal de justicia, llevara a un sistema totalitario que recluía a quienes no se plegaban, a quienes se oponían, a los parásitos sociales, en el frío norte hasta la muerte. Por millones. ¿Cuándo una ‘buena’ idea puede convertirse en totalitaria? ¿Cuándo la buena fe, los inmejorables sentimientos del pueblo empujan en esa dirección?

Philipp Roth jugó en su novela a ver qué podría haber ocurrido si las ideas nazis hubiesen tenido una oportunidad en América. Tenían al hombre, el famoso aviador amigo de Hitler, Charles Lindberg, tenían el movimiento que podía haberle dado sustento social, la violencia que los movimientos extremistas necesitan para imponerse, el KKK y tenían los infrahombres en los que cebarse, los judíos. No he leído la novela de Roth. Acabo de ver la serie. No es que sea un portento, pero se deja ver, sobre todo como advertencia sobre lo que puede volver a ocurrir.



No hay comentarios:

Publicar un comentario