domingo, 1 de diciembre de 2019

En el estanco



Ya no puedo comprar el periódico donde solía, han cerrado el quiosco, así que tengo que ir hasta el estanco, el lugar donde despachan el riesgo de muerte libremente asumido, ahora con una fea publicidad de vapeadores. He desplegado el periódico sobre el mostrador para sacar el monedero y pagar. En ese momento ha llegado el vecino con su periódico y me ha saludado, hacía tiempo que no nos veíamos. Le ha sorprendido. Su mirada se ha desplazado con velocidad de disimulo, como la mía. Él también llevaba bajo el brazo el periódico, su nuevo periódico. La sorpresa ha sido mutua. Mostrar el periódico que uno lee es una forma de desnudez. Hasta hace poco yo compraba el periódico del régimen, el del poder, lo sigo leyendo para ya no lo compro; un acto íntimo de desprecio; he cambiado mi hábito, ahora compro el que antes despreciaba, el otro periódico del régimen, el de la oposición: algunos de los periodistas y escritores que antes leía en aquel están ahora en este. Lo mismo le sucede a mi vecino, antes compraba el periódico oficial de la región, ahora compra un periódico nuevo, radical en los planteamientos por la independencia. Nos hemos preguntado cómo nos iba, por los hijos, por mi danza de un sitio a otro, de buenos modos, amigablemente.


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