lunes, 30 de diciembre de 2019

Él


https://youtu.be/iou-Ae-Qfes

Para darle carpetazo y no ocuparse más de él hasta que desaparezca de nuestras vidas. Esto trata de Schz y sus acérrimos.

Se me ocurren dos paralelismos, uno destructivo y otro constructivo, uno de contexto y otro de personalidad. Quienes están más interesados en su promoción son los que tienen intereses particularistas no los que piensan en el bien común, aquellos que esperan obtener un beneficio propio de su presidencia, algo parecido a lo que ocurrió en otra época de España, con Fernando VII, el rey más iliberal de nuestra historia. Para obtener beneficios o mantener sus privilegios el resto ha de perder, suma cero, algo que sorprendentemente no ven los fieles del personaje que dicen alinearse con el igualitarismo. Esa es la partida: nacionalistas vascos y catalanes y neoregionalistas, el bien común se encoge en beneficio de las minorías. Para que eso ocurra han de hacer lo que el rey felón, poner entre paréntesis, reinterpretar o anular  la Constitución. Lo curioso es que sus fieles y seguidores han de hacer una pirueta mental para hacer pasar ante sí mismos esos enlaces como progresistas. Ciegos y sordos no oyen lo que Schz ha dicho, contradiciendose múltiples veces u oyen lo contrario de lo que dice o lo interpretan cambiándole el sentido, en una suerte de embobamiento colectivo. Por suerte no llegan ni a un tercio de los que votan (28%, añádasele el 12,84 de los populistas).

Podría compararsele con Trump en cuanto a construcción de una personalidad lindante con el disparate, pero el cinismo de Trump tiene su gracia, se ve que el personaje descree de sí mismo, se burla de los ingenuos que le siguen tanto como de sus críticos, pase lo que pase sigue remando, es un artista de la simulación. Schz es otra cosa, habla con tal convicción cada vez que lo hace que da la impresión de que se cree lo que dice, aunque esté en contradicción con lo que dijo la vez anterior, solo existe el instante. Cómo si no hacer frente a la corrupción de su partido, al fraude de su tesis, solo el instante tiene valor. Es un caso único, aunque ya lo había anticipado Woody Allen en Zelig. Pomposo, enfático, doble y enemigo de sí mismo sin reconocerse en el espejo que le niega, destrozará la laboriosa obra de la transición, pero nos lo tomaremos con humor, nos hará pasar buenos ratos, como nos hace reír el funambulismo de sus fieles, también ellos constructores de una personalidad colectiva que aunque ya se ha manifestado en otras épocas siempre ofrece variaciones dignas de estudio, envueltos en la bola pringosa y rosa del algodón de azúcar en que entretienen se mente encantada. Esa valoración del instante explica su desinterés por una obra, por la perspectiva del tiempo, por qué se dirá de él y si a alguna cosa se pone remedio será a su pesar. Al menos ZP puso en marcha la ley de dependencia, la del tabaco y la del matrimonio ampliado. ¿Qué proyecto ofrece Schz?

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