Se
dice que Sánchez ha fracasado en su propósito al convocar
elecciones. No del todo, es más, se podría decir que ha cumplido en
parte sus objetivos, otra cosa es que eso se pueda considerar un
triunfo. Ha tenido menos diputados, pero su tandem urdidor,
Tezanos/Redondo, con la ayuda de sus terminales de desinformación,
que no están en el partido ni en los ministerios sino en los
periódicos y medios afines, que son la mayoría, y que ya no son,
sino mínimamente, transmisores de noticias (una democracia entra en
crisis cuando la mayoría de periódicos, medios y periodistas
renuncian a informar para ponerse al servicio del poder), ha
conseguido dos objetivos de incalculable valor, destruir a un
partido, al menos de momento, CS, que podría ser rival en el centro,
y aupar, hinchar, a otro cuyo valor político para que el PSOE siga
siendo primera fuerza es incalculable. El primero ha sido destruido
creando entre los votantes la expectativa de que se desinflaba, que
perdía adhesiones a chorros; el segundo, al contrario, que las
expectativas de voto crecían como la espuma. Los votantes han
abandonado al perdedor y se han apuntado al ganador. Sin rival en el
centro, haga lo que haga Sánchez, se desvelen las corrupciones que
sean en el PSOE, pacte con quien pacte, tendrá asegurada una base
suficiente para gobernar, si las cosas de desarrollan conforme a sus
deseos.
El
potencial de Vox es distinto, además
de disminuir decisivamente al PP, es la antorcha de la amenaza, ahí
estará, servicial, para sacarlo en la 1 y afines, cuando sea
necesario: para tapar escándalos de corrupción, como ahora los ERE,
o para contrarrestar los pactos antinatura o simplemente para
promover una idea, un proyecto al que Vox se opondrá,
lo que lo reforzará considerablemente. Ya se ha conseguido que
Podemos no se vea como la otra cara del populismo frente a Vox,
simplemente ya nadie les compara. Vox está ahí para hacer
admisibles los pactos con Bildu y ERC. Pase lo que pase, Vox siempre
estará en primera plana. Lo extraordinario es que, en las tertulias
como invitados y en entrevistas, tanto PP como CS acepten las
preguntas de los periodistas entregados, ávidos de 'Vox' como tema,
obviando los asuntos principales, siguiendo el juego. Que los
españoles lo acepten es otra cosa, están aleccionados, educados,
con las ideas, los principios y las convicciones dominantes,
sometidos acríticamente a la corriente principal.
Se
muestra así el
PSOE
como un instrumento político ineficiente para la convivencia y el
progreso del país, y hasta reaccionario, más que Podemos, más que
Vox, puesto que ninguno de estos
dos tienen opciones de dirigir un gobierno, y
porque elige de compañeros a los reaccionarios. Si Vox se
convirtiese en el primer partido, las demás fuerzas no tendrían
inconveniente en pactar entre todas ellas un gobierno contra Vox. No
tiene,
sin
embargo, el PSOE escrúpulos en pactar con
el partido heredero de los asesinos que aún no ha renunciado a la
idea de que matar sea una opción política admisible, ni con los
independentistas que han sido condenados y encarcelados por dar un
golpe de Estado. Vox solo es una idea, no hay actos en su haber, al
contrario que en Bildu o en ERC. Pactando con ellos, el PSOE acepta
condiciones que disminuyen la igualdad y la libertad de la mayoría
de los ciudadanos, fragiliza
la democracia.
Qué se propongan nuevos procidimientos constitucionales para que los
españoles seamos más desiguales no puede ser progresismo sino
reacción.
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