sábado, 16 de noviembre de 2019

¿Shakespeare?



¿Es un personaje de Shakespeare o uno de Maquiavelo quién domina el escenario?

 ¿Uno que, impulsado por una ambición ígnea, no respeta las reglas del juego sino que las va recreando según necesite su combustión interna o uno que va subiendo la apuesta hasta un punto en que uno de los dos jugadores que tiene enfrente cederá por miedo? 

Ha llegado al límite, dirá el primero, aceptemos (ERC), porque si le exigimos lo que no está en disposición de aceptar se pondrá en manos de nuestro enemigo más acérrimo; concedamos, dirá el otro (PP), porque si no lo hacemos al final de la partida nos encontraremos con un erial yermo y devastado. 

¿Es necesario que desprecie a la derecha el primer actor hasta el punto de la humillación para hacer saber quién es dueño del tablero? ¿Tiene que ir tan lejos en el envite como para que crujan las cuadernas? ¿Desairara al cuarto jugador a pesar del abrazo? ¿Lo abrasara el fuego de su ambicion o aceptará el reto quien él no desea?

Aunque el juego político se juega en un tablero con reglas y contrincantes delimitados no puede soslayar un fondo moral de posibilidad: las variables, las condiciones están fuera del tablero. Las decisiones afectan a la salud y libertad, a la vida y muerte de las gentes. Ante los dilemas de la vida real el político ha de optar, no se le aparecerá el Bien o la Bondad para que decida como virgen inocente, sino que habrá de escoger un bien menor o el mal menos dañino. La opción por lo mejor para el común no le asegura el bien propio, su supervivencia política, dando por supuesto que los actores políticos son racionales. Por eso, el voto también es un acto moral (no era lo mismo votar a los nazis en 1933 que a los otros partidos o abstenerse), el votante tiene que discernir quién le asegura lo mejor dentro de lo posible, la opción más benéfica y menos dañina. Ay, también dando por supuesto que los votantes son racionales.

Como 37 millones no cabriamos en una asamblea, delegamos el gobierno esperando que los pocos enfríen las pasiones y sean hábiles y justos, pero sucede a veces que escogemos a los incendiarios, a los egoístas, a los mentirosos.

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