sábado, 23 de noviembre de 2019

No eran gigantes


Es una de las atracciones que se ofrecen al turista. Mejor por mar para mirar desde el barco. Los Gigantes. Acantilados verticales, casi limpios de vegetación. Es difícil llegar a ellos por tierra, se interponen las construcciones que ocupan hasta el último palmo de roca junto el mar. Dónde estaba las autoridades para impedirlo. Sólo unos muy estrechos y escondidos pasillos permiten acceder a los miradores, sin embargo, actualmente, con el paso prohibido en todos ellos por el peligro de las olas rompiendo. En realidad el interés de estos gigantes quijotescos, pues no son tales (en torno a los 300 m, 600 en algún caso), es meramente geológico. Forma parte del macizo del Teno, producidos por el apilamiento de coladas basálticas y el posterior desgaste por el impacto del oleaje y la erosión tras millones de años. Cortados como están, se aprecian las fisuras, ahora diques, por los que fluía el magma.

Al igual que la lava se fue apilando, así los turistas, un elemento más corrosivo. No hay paseo marítimo ni zona donde aparcar o desde la que mirar. La playa está lejos como los mismos acantilados. Habría una magnífica vista desde el paseo alzado de hormigón que cierra el muelle deportivo, pero la autoridad lo ha clausurado, tan preocupada por la seguridad del paseante como de garantizar el privilegio de los usurpadores del terreno público (ley de costas). Las casas, herméticamente cerradas al visitante, impenetrables, aunque en algún punto se ven las terrazas privadas sobre el mar, ofrecen la figura de mastín protegiendo una propiedad que no debería ser tal, fruto de décadas de incuria. La mayoría, por lo que veo, extranjeros. Con esta desazón por el atropello tengo suficiente, ni se me ocurre ir hacia las zonas de playa más conocidas de la isla.

El macizo de los acantilados acaba en la punta de Teno. Ahí llego después de comer carne de cabra, no había en la carta más que carne, en un pueblo marinero, Buenavista del Norte. Una guagua me lleva hasta allí, hasta la punta. El paisaje lo merece, las paredes verticales, el pedregal negro, los rompientes. En los acantilados de Teno tiene su casa el lagarto gigante que no se descubrió hasta 1996. En ellos busca refugio contra gatos y ratas.

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