domingo, 20 de octubre de 2019

Un estado de ánimo en marcha



Cuando observamos con atención un hormiguero vemos el ir y venir caótico de las hormigas, unas vienen otras van, unas parecen desviarse o perderse con movimientos aparentemente contradictorios, pero el conjunto no se deshilacha, permanece. Lo mismo sucede si miramos un avispero o una colmena y lo mismo si nos metemos dentro de una manifestación humana, no las cabeceras tan ordenadas sino detrás o en los márgenes, individuos que parecen abandonar y otros que llegan y otros que parecen perdidos. Lo que importa es el conjunto no lo que sienta o piense o cómo se comporte el individuo, lo que lo mueve. Porque lo que lo mueve no son ideas definidas, un programa plasmado en cinco puntos, sino segregados químicos, emociones. Habrá quien lo haga, quien diga el pueblo se mueve por esto, esto es lo que queremos. Y quizá a ese se le escuche con una mezcla de credulidad y reverencia, esperando que quizá tenga algún tipo de riendas que puedan refrenar. Pero el enjambre no tiene que moverse por lo que ese hombre o grupo diga. Lo que sucede en Barcelona en algún momento se detendrá, pero qué es lo que lo ha puesto en marcha.

Creyeron ingenuos que rebajando el delito de rebelión a secesión permanecerían las aguas tranquilas. Pero todo estaba preparado, no con acciones concretas, ni con un Estado General al mando, aunque algunas sí, aunque haya quien diga que lo dirige, lo que había era un ambiente, una atmósfera, algo iba a suceder, un estado de ánimo en acción. Hubiera ocurrido fuese cual fuese el veredicto, como ya ocurrió de otro modo tras la sentencia del Estatut. Toda esa gente en la calle son hijos de una atmósfera, de un conjunto de ideas, de comportamientos, de emociones suscitadas, que provienen de muchas fuentes: nacionalismo, movimiento okupa, comunes, sistema mediático, el Barça y la conversación de café o de claustro o de sala de conferencias, un batiburrillo con muchas madres, no hay un único sistema ideológico dominante. Y muchos años de construir ese edificio de nube y polvo donde se asientan ideas movedizas de colores cambiantes que señalan al enemigo y acotan lo nuestro, casi todo con contornos imprecisos, salvo algunos enemigos, siempre ahí: Aznar y Rajoy, el PP y el Rey y ahora puede que Rivera y Cs, España y Madrid, pero no necesariamente, cada individuo opera de un modo errático y su comportamiento no siempre es predecible, aunque sí el conjunto. Podemos saber cómo se va a comportar el enjambre, pero no cada uno de sus componentes. El edificio es vaporoso pero estable, parece que se vaya a difuminar pero la falta de límites, de frontera, la falta de concreción es lo que le hace fuerte, duradero, lo que le hace perdurar.

Por eso es indiferente que haya un Pujol, aunque fue él quien trazó los contornos morales: "En adelante de ética y moral hablaremos nosotros. No ellos", también vale un Mas o un Puigdemont o un Torra al frente. Igual valdría un Junqueras, una Ada Colau o hasta un Iceta si fuese remodelando, ajustando su discurso, que ya lo hace. Lo importante es que no pare el hámster en su ruedecilla, el movimiento lo es todo, necesita ser alimentado, con radicalismos verbales, tipo Torra o Guardiola, o con discursos melifluos, tipo Buenafuente (No se supo encauzar el sentimiento de cientos de miles de catalanes que en 2012 pedían un referéndum), o con señalamientos y dudas, tipo Jordi Évole, o trazando contornos de bondad y maldad como Julia en la Onda o con falseamientos y mentiras como el agitprop mediático de Jaume Roures en Público o La Sexta, no hablo de los medios del procés, donde quede claro contra quien hay que arremeter y qué hay que salvaguardar. En ninguno de ellos hay la menor consideración para el español de Cataluña, para “el sentimiento de cientos de miles de españoles de Cataluña”. Al ser la masa flotante y la adhesión gaseosa se necesitan muchos discursos diferentes para mantener el enjambre unido. Se necesita todo un complejo sistema para articular y pegar el conjunto, para avivar la atmósfera que mantiene el estado de ánimo, hombres rudos que dicen las verdades claras, humoristas que deshumanicen al enemigo, filósofos, poetas, hombres tibios en los márgenes que enganchen a la gente que se mantiene con dudas, intelectuales que elaboren razones, argumentos para cada ocasión, y que saboteen a quienes se opongan, y todo un sistema de intimidación para que no abandonen los no del todo convencidos, para atemorizar a los adversarios, para destruir a los enemigos.

Visto en perspectiva y con distancia, el hecho clave es la intimidación. Desde el comienzo lo fue, desde que Pujol tomó las riendas, el desprecio por la inmigración andaluza, seres inferiores, el odio a la España mesetaria y atrasada. La zanahoria era la integración, És català qui viu i treballa a Catalunya, a cambio de aceptar una ciudadanía de segunda, sometida. Si antes se guardaban las formas, más o menos, ahora los cordones se han roto: se ve cómo se encaran con los pocos que en las calles se les oponen, cómo les golpean, les escupen, les desprecian (“Habla catalán y te dejamos pasar”) y cómo algunos de los periódicos, no los independentistas, los del sistema español, acaban de hacer la labor de demolición, por sus propios intereses partidistas, de dominio. Sólo hay una forma de tratar con el independentismo, la marca el PSC, quien se oponga será destruido. Aquí se ve, como el periodista carga contra la discrepante, no oye cómo le gritan: "fascista", "argentina" y "perra". La intimidación que es el arma principal del nacionalismo es ahora, en campaña electoral, la estrategia principal para destruir al enemigo.


1 comentario:

  1. Brillante y sencillo. Todo está sinrazón no son sino estados de ánimo, emociones, dirigidas por la disgregación del diferente. La perspectiva es negativa. No existe Estado en Cataluña salvo por la fuerza. Cambiar emociones es labor de tiempo, y en este juego del gato y el ratón de la política, ya no nos queda

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