sábado, 21 de septiembre de 2019

Río Panj



La última vez que visité París recorrí las calles conocidas, los bulevares con brasseries atestados de flores, las plazas con iglesias llenas de mensajes crípticos, los rincones con librerías famosas, las explanadas frente al mercado o al museo contemporáneo con jóvenes tendidos en el suelo tomando el sol, los quaies, los puentes, los cuadros ya vistos tantas veces, lo hice sin emoción, con tedio, la ciudad ya no tenía nada que ofrecerme. No he vuelto más, tampoco a Londres, ni a Florencia, ni a Roma. Hace bastante que no vuelvo por Madrid. De algún modo es como cuando sin desearlo recordamos o encontramos por casualidad a una mujer de la que estuvimos enamorados o a un viejo amigo con el que reñimos. Una frialdad que me entumece, de la que debería avergonzarme, aunque no lo hago. Ni siquiera soy capaz de agitar una sonrisa en mi cara, rehuyo sus ojos. Cualquier estampa de París es una foto ajada en una caja del desván que ha perdido hasta el valor histórico.


Saltar en el asiento trasero del Hyundai Travel a cada bote cuando cae una y otra vez en un bache levantando una nube de polvo me produce una exaltación sin pasión, chispazos de interés que se van renovando a cada instante. No me puedo enamorar de este paisaje, no viviré el enigma del duelo cuando lo abandone, pero me hace vivir el instante, me hace sentir vivo sin tener conciencia de ello. Al otro lado está Afganistán. Durante muchos kms no hay nada, la pura roca montañosa, a veces cruda, seca, casi vertical. Más adelante un sendero, un camino se adivina entre el río y la falda de la montaña, un pequeño ensanchamiento, el polvo, la arena, los detritus que se han ido acumulando, que se ha remansado, una vegetación que ha arraigado. Entonces aparecen algunas viviendas, barro, adobe, hierba en el tejado, ni siquiera madera, no hay árboles a la vista, algunas abandonadas, destechadas, otras no se sabe. Sigo con la vista incansable el camino que ha aparecido. Tardaré en ver vida, ha de ensancharse el río, descender en altura, aparecer algún tipo de arbusto, un poco más de verde en las faldas. Tardaré en ver una brecha en el macizo, una hendidura por la que fluya o haya fluido el agua, el rastro de una cascada. Es septiembre todavía, no llueve, no nieva, no hace frío, tampoco ventea. Entonces, aislada aparece una motocicleta, un raro camión desvencijado, animales en busca de un pasto inverosímil, una persona solitaria caminando. La caravana de burros cargados con bultos de formas irregulares que de pronto aparece es una puerta que se abre hacia el pasado mítico que hemos coloreado como si aquí hubiera habido en otro tiempo una edad de oro.


Mientras, en este lado del río las cosas son diferentes, adelantamos rebaños que bajan de la alta meseta. Vigilan pastores a pie, un adulto, algunos niños. Intriga saber qué comen durante tantos kms sin una mata, en esta carretera sin asfalto, tan estrecha que no hay sitio para que se aparten, entre el talud de roca y la caída vertical al río, cuando han de dejar paso a un vehículo a motor. Pero ya aparecen los primeros asentamientos, pequeñas zonas de cultivo, viviendas. Mucho más abajo, cuando la montaña se aparta y se desmorona sobre el cauce ensanchado y aparece tierra firme y verde y casas agrupadas, es época de cosecha, pequeños campos recién segados, gavillas amontonadas y grupos de gente trabajando, trillando con un raro artefacto en una pequeña era, un muchacho da peso a unos troncos mal ensamblados que arrastra un mulo sobre la mies, alguna máquina aventando, otros ensacando. El mismo aire festivo que recuerdo de mi infancia, el polvo de la mies al viento, el ruido monótono de una aventadora, toda la familia sumida en las labores del campo. El lugar es lo suficientemente grande como para que la civilización antigua haya dejado su traza. Aquí hubo una comunidad budista importante. Hay un templo piramidal en un cerro, una stupa, celdas excavadas en la roca en otro, un cementerio en otro, y al otro lado del río, entonces no había fronteras políticas, edificios administrativos de aquella civilización olvidada.

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