viernes, 18 de octubre de 2019

La caída del imperio romano


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"Estas gentes están tan convencidas y seguras de sí mismas, y de tan buen humor…”, dijo Kafka.

Lo que vemos en las calles lo acabamos de ver en el cine. Joker. A Joker le han dado doble carta de naturaleza: es una buena película; es justo lo que en ella se plantea. Así que los incendios de Barcelona están doblemente validados: es un buen espectáculo, da bien en las teles y en las fotografías; está justificado. Las cámaras y los jóvenes con micrófono captando los detalles están allí delante, como si nos estuviéramos haciendo un selfie con ellos. No podemos desengancharnos, los conductores del telediario, mientras hablan de otras cosas, mantienen un recuadro sobre sus cabezas para no desconectar. Esperamos que el capítulo de esta noche sea más emocionante que el de anoche, más padres con niño en brazos delante de las llamas, más expresiones de temor alborozado, ay madre, más protagonistas incansables, lo volveremos a hacer. La ciudad en llamas es más bella que un cuadro de Rubens, quizá un nuevo La libertad guiando al pueblo, ahora en movimiento, con una lata de gasolina en la mano y con antifaz. La estetización de la política, tan bien explicada aquí. Si hasta el Tribunal Supremo califica de ensoñación los sucesos políticos de octubre de 2017, cómo vamos a considerar como reales las consecuencias de lo que ahora sucede: no hay ni habrá economía maltrecha, qué va, no hay heridos, no hay disfunción política, no hay degradación moral, todo es virtual.

Y luego están los motivos. Quién no los tiene, como Joker. Hay toda una filosofía de columna de periódico que nos lo repite cada mañana para que no lo olvidemos, como aquí y aquí:¿De verdad pensamos que no puede tener consecuencias? La gente que se siente invisible acaba gritando”. Jóvenes airados, con razón. Todo un discurso político, que está en la alcaldía de Barcelona y en la Plaza del Reina de Madrid, los avala. Aquí podría seguir una retahíla de motivos. Se incendia Barcelona, pero podría serlo París, de hecho ya lo fue, o Londres o Madrid o Berlín. Luego está lo más feo, la degradación del discurso político que consiste en tomar el incendio para echárselo en cara a los rivales políticos, y aún más repugnante utilizar a la prensa para intimidar al adversario. Intimidación que se continúa en la calle: "fascista, argentina, perra". La caída del imperio romano en directo, desdeTwitter.


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