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"Estas gentes están tan convencidas y seguras de sí mismas, y de tan buen humor…”, dijo Kafka.
Lo
que vemos en las calles lo acabamos de ver en el cine. Joker.
A Joker
le han dado doble carta de naturaleza: es una buena película; es
justo lo que en ella se plantea. Así que los incendios de Barcelona
están doblemente validados: es un buen espectáculo, da bien en las
teles y en las fotografías;
está
justificado.
Las cámaras y los jóvenes con micrófono captando
los detalles
están allí delante, como si nos estuviéramos haciendo un selfie
con ellos. No podemos desengancharnos, los conductores del
telediario, mientras hablan de otras cosas, mantienen un recuadro
sobre sus cabezas para no desconectar. Esperamos que el capítulo de
esta noche sea más emocionante que el de anoche, más padres con
niño en brazos delante de las llamas, más
expresiones de temor alborozado, ay
madre,
más protagonistas incansables, lo
volveremos a hacer.
La ciudad en llamas es más bella que un cuadro de Rubens, quizá
un nuevo La
libertad guiando al pueblo, ahora
en movimiento, con una
lata de gasolina
en la mano y con antifaz.
La
estetización de la política, tan bien explicada aquí. Si
hasta el Tribunal Supremo califica de ensoñación los sucesos
políticos de octubre de 2017, cómo vamos a considerar como reales
las consecuencias de lo que ahora sucede: no hay ni
habrá economía
maltrecha, qué
va, no
hay heridos, no hay disfunción política, no hay degradación moral,
todo es virtual.
Y
luego están los motivos. Quién no los tiene, como Joker. Hay toda
una filosofía de columna de periódico que nos lo repite cada mañana
para que no lo olvidemos, como
aquí
y aquí:
“¿De
verdad pensamos que no puede tener consecuencias? La gente que se
siente invisible acaba gritando”.
Jóvenes airados, con razón. Todo un discurso político, que está
en la alcaldía de Barcelona y
en la Plaza del Reina de Madrid, los avala. Aquí podría seguir una
retahíla de motivos. Se incendia Barcelona, pero podría serlo
París, de hecho ya lo fue, o Londres o Madrid o Berlín. Luego está
lo más feo, la degradación del discurso político que consiste en
tomar el incendio para echárselo en cara a los
rivales políticos,
y
aún más repugnante utilizar
a la prensa para intimidar al adversario. Intimidación que se continúa en la calle: "fascista, argentina, perra". La caída del imperio romano en directo, desdeTwitter.
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