Quizá
el ministro que tenía que haber dimitido en primer lugar, aún antes
de ser nombrado, sea el actual titular de Cultura. Hoy se manifiesta
en todo su esplendor en un artículo en El Mundo donde da fe de su
mundo interior, sus preferencias culturales, como si la cultura
consistiese en una lista de preferencias. No sé si entre las
atribuciones de este hombre están también las de Educación. Dios
nos ampare.
Acabo
de entender, leyendo la
entrega de hoy en El Mundo, que el odio exhibido por tanto
periodista, político y zascandil hacia Arcadi Espada se debe
a que no lo pueden comprender. Quizá en algún momento lo
intentaron, pero ya han desistido, ahora se conforman con esa cosa
tan actualísima del zasca, de ahí lo de zascandil, que
consiste en que alguien arremete contra alguien, sin que la razón,
la verdad o la coherencia lógica sean parte de la argumentación,
sino que tan solo busca un golpe de
efecto que a
muchos haga reír,
a tantos que
tampoco alcanzan a entender. Hay medios cuya única razón de
existencia es el zascandileo: El Plural, The Huffington Post,
Periodista Digital. El entrenamiento adolescente de sus periodistas
no da para más. Arcadi debe estar relamiéndose.
Se
nota la decadencia de alguien que en otro tiempo tenía cosas que
contar cuando no puede sustraerse al griterío y acepta como tema del
día, y hasta como revolución
social, lo que el grito impone sin atenerse a mayor criterio.
Uno
de Ciencias Políticas, otro más, que
está en el origen del ascenso de algunos
de los
nuevos opinador@s de El País. Después
de hacer un excurso sobre la
mayor patología de la vida pública, la moral tribal, escribe
esto: “El regocijo y el afán inquisidor con el que la oposición
está recibiendo las acusaciones contra algunos ministros contrasta
vivamente con su propia actitud cuando eran ellos los acusados. Por
cierto, por conductas infinitamente más graves”.
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