¿Qué pulsión suicida puede llevar a gente
inteligente hacia el derrotismo sin pelea? Como la de este historiador, serio y
honrado, que, después de reflexionar sobre la sinrazón del nacionalismo y
proponer bagatelas como solución –el senado en Barcelona-, acaba su artículo
con esta frase:
De modo parecido a quienes participan en esta recolecta de
opiniones que dicen sin más estar dispuestos a romper con su familia y afectos
y con su identidad para conseguir no se sabe qué metas, oídas y ajenas, asumidas sin contraste en este esquizofrénico video:
¿Cómo se ha caído tan fácil en la campaña del agit-prop
independentista, cómo se asumen sus asertos, sus insidiosos mensajes?
¿Por qué en el ecosistema mediático -catalán y español- a los agitadores del
independentismo se los tiene por respetables, más respetables en todo caso que
a sus contrarios, a quienes aún no se les ha levantado el sambenito de fachas? ¿Por qué no hay un agit-prop paralelo de quienes están a
favor de la unidad?
No sorprende la resignación de los que en otro tiempo ofrecían
comprensión a los nacionalistas a cambio de nada -recuerdo a Aranguren en una
conferencia en Barcelona, Álvarez Junco ahora-, una comprensión siempre
unidireccional, no se les pedía a los nacionalistas un esfuerzo parecido en
dirección contraria, porque su posición moral no ha variado, entregan su autoridad, aunque sea poca, para
ofrecer ahora, qué, resignación al país, sin asumir el suicidio colectivo que supone, como cuando los demócratas del 1938 concedieron respetabilidad a Hitler en Munich.
El Estado democrático tiene que defenderse, cuando las opiniones pasan a los hechos llega el momento de
plantarse como ha hecho el gobierno griego ante Amanecer Dorado. Con el
independentismo catalán aún no ha ocurrido, que vaya más allá de las palabras, aunque algunas manifestaciones han
hecho, y documentos, pero hay que estar atentos a cuando a alguien se le vaya la olla y la
opinión se convierta en fuente de inspiración de acciones ilegales o en destructora de convivencia, como hizo el Ministerio del Interior con los fachas que asaltaron
la librería Blanquerna en Madrid, el pasado 11 de septiembre.
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