martes, 24 de septiembre de 2013

24 (Ehrengard)


            1. Como avanzo torpemente en la lectura de En la otra orilla, no porque Rafael Chirbes escriba mal, al contrario, lo hace bien, tiene un buen ritmo, la prosa canta, sino porque se demora en exceso, pierde su tiempo y el del lector en describir cosas que no son centrales en la historia y esta no acaba de arrancar, la paciencia del lector durante páginas y páginas de espera se va agotando y piensa en cerrar el libro, abandonarlo, escojo otro libro, uno con apostura, de hermosa edición, como todos los de Reino de Redonda, de Javier Marías -¿sigue editando libros en esa editorial?-, Ehrengard, de Isak Dinesen. Fue su último cuento, un cuento largo, publicado el mismo año de la muerte de Karen Blixen, en 1962. Hermosa edición y hermoso cuento. El libro lo ofrece en traducción del propio Javier Marías y con una nota introductoria donde éste dice cosas muy atinadas sobre el cuento y lo que le diferencia de la novela y sobre la sabiduría de Isak Dinesen que aprendió a contar contando cuentos a los africanos, a somalíes y masai, mientras se empeñaba y fracasaba en una plantación de café, que según ella tenían oído para las historias, cosa que ya no sucede con los europeos que lo han perdido.

            Ehrengard es un prodigio de historia bien contada, la cuenta una “vieja dama” con los trucos de la literatura oral, que comienza de una manera, dibujando un escenario, situando a los personajes y sus rarezas, haciéndonos creer que oiremos un relato sobre una corte de hace siglo y medio con sus intrigas y sus prejuicios morales, su poder y sus flaquezas, pero en el fondo nos está contando otra bien distinta, más moderna sobre la seducción, el arte y la vida, mujeres y hombres, donde aparece, tarde en el relato, quien da nombre al cuento, la doncella teutónica, de estirpe guerrera, Ehrengard, virgen, deseable, lejana, y acabando de un modo que sorprende al oyente, porque al final se juntan los dos relatos, el superficial y el profundo y ocurriendo, como en todo relato oral que se precie, lo que el oyente lector no espera escuchar o leer. Es más, con un final que no sólo nos deja con la boca abierta, sino que nos llena de preguntas para las que no encontramos respuestas porque la vieja dama hace mucho que vivió e Isak Dinesen también ha muerto y aunque no fuera así, no creo que estuviera dispuesta a prolongar su historia porque, como muy bien dice Javier Marías, después del cuento viene el silencio y es en el silencio donde debemos encontrar la continuación del relato.

            2. Sigue septiembre. Mañana de expedientes revocados y reiniciados sobre mi vida laboral, con una dama refunfuñona pero amable, que se queja pero ayuda. La Administración tiene sus normas, unas escritas y otras no, y uno no sabe cuando las contraviene, lo que en otro tiempo servía para echar atrás iniciativas o derechos según el humor del funcionario. Ahora también es así, pero no tanto, hemos atemperado el carácter, estamos más próximos a las necesidades y somos más benignos con las torpezas del prójimo, si es que lo son, en todo caso las arbitrariedades son menos frecuentes.

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