miércoles, 17 de diciembre de 2008

Rodchenko


¿Se puede leer a los clásicos sin prisas? Quizá sí, quizá esté por llegar de nuevo su momento. Lo que no se puede es ver una exposición de arte moderno sin prisas. El arte moderno inculcó en nuestra sangre la velocidad y aún no hemos parado. El arte moderno era aquel de las vanguardias, de comienzos del siglo XX (cubismo, futurismo, abstracción, constructivismo). Tan lejano en el tiempo -un siglo- tan cercano en el espíritu de violencia febril que nos anima. Más ahora, que estamos llegando al paroxismo. El mundo implosiona a velocidad de vértigo. ¿Necesitamos el colapso para volver a los clásicos?

Volvemos una y otra vez a esa época. Quizá porque necesitamos una explicación de lo que está ocurriendo. La Pedrera encadena tres exposiciones casi seguidas con el arte ruso de vanguardia como tema: Kandinski, Malevitch, Rodchenko. Rodchenho fue aquel artista que dijo, "he pintado mucho, ahora voy a construir".

Lo que quería decir era que la pintura había acabado y con ella el mundo bidimensional del cuadro de caballete. Era más interesante la relación de la superficie con el plano que cualquiera de aquellos asuntos a los que los maestros antiguos conferían gravedad y trascendencia. Así que se lanzó a construir armazones colgantes móviles, que proyectaban sombras y repetían estructuras geométricas, construir estructuras racionales, generar un nuevo lenguaje formal al servicio de la vida cotidiana -publicidad, propaganda, edición de libros y revistas- y de la revolución soviética a la que se había entregado.

Un día pinto tres telas monocromas -amarillo, rojo y azul- y dijo ¡adiós pintura! No tenía voluntad de representar nada, ni siquiera estados psicológicos. "Tantos cuadros como he pintado, se dijo, ¿para qué?, ¿los quemo?. Son tan inútiles como una iglesia.  Todo eso ha de ser relegado a los museos de antigüedades. El arte sólo tiene sentido si forma parte de la vida". Así que empezó a diseñar quioscos, uniformes, muebles, la publicidad de los productos de las fábricas soviética y a hacer fotomontajes.

Rodchenko recorre todos los caminos de las vanguardias: el futurismo, el cubismo, la abstracción geométrica. Y hasta el arte cinético y el pop art están anunciados en sus obras.

 Fue un espíritu libre, creativo, en una época en que la borrachera de la creatividad inflamó los espíritus de gente como Maiakovski, Shostakovich, Meherhold, todos ellos amigos de Rodchenko.
Hasta que la revolución impuso sus restricciones. Entonces Rodchenko se pliega al realismo socialista de la época se Stalin y lo vemos mentirnos en sus reportajes fotográficos para la revista La URSS en construcción sobre el Canal del Mar Blanco. Allí donde había la esclavitud del gulag, el sufrimiento y la muerte -200.000 peronas- Rodchenko no nos las pudo, no quiso o no supo mostrar.

Que alguien nos pare. Necesitamos de nuevo la medida, la proporción, la serenidad de los clásicos.

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