sábado, 29 de noviembre de 2008

Red de mentiras vs Sólo quiero caminar

Lo tiene difícil cualquier película española para competir con Hollywood, en especial si se trata de cine comercial. A lo más que puede aspirar es a que le compren los derechos para que hagan una buena copia. El cine europeo sólo puede competir con pelis de calidad: ilustraciones de obras literarias clásicas como hacen los ingleses, un trasunto de la realidad en formato cuasi documental como hicieron los italianos -neorrealismo- o un tipo de cine aparentemente espontáneo, cámara al hombro, como hicieron los franceses. El cine industrial americano no tiene competencia: tiene los mejores guionistas, los mejores técnicos, productores y directores.Quizá Bollywood.

Por eso la reciente Sólo quiero caminar es una peli fallida, como peli y como forma de negocio. El guión lo hemos visto muchas veces y mejor: una banda que hace un robo, le sale mal y planea otro mejor y definitivo; un mafioso al que le vemos cometer las mayores tropelías, pero que tiene un fondo bueno que se dispara cuando algo hace clic en su mente; un personaje que sufre lo indecible, al que se le tortura, pero cuya venganza será terrible. Todo eso lo hemos visto tantas veces, y recientemente en dos magníficas películas: Antes que el diablo sepa que has muerto y Una historia de violencia. Lo que Agustín Díaz Yanes añade a su película es la cuota femenina. Mujeres son las atracadoras y mujer es el personaje que planea la venganza. Qué es lo que falla: el guión es demasiado previsible, la producción se queda corta, no apabulla al espectador con planos y escenas cortas, puntos de vista -cámaras- infinitos, y toda la parafernalia de explosiones, derribos, persecuciones que acompaña a este tipo de películas; las actrices no dan la talla -los actores sí- y encima la peli es demasiado larga. Sólo Ariadna Gil está bien y eso porque habla poco. Lo mejor de la peli, para mí, es ver caminar -quizá, de ahí el título- a Ariadna Gil. Díaz Yanes ha sabido dirigirla, pero cuando deja de caminar y habla se acabó la magia. Los actores españoles no saben hablar, necesitan con urgencia un maestro de dicción.Y sin embargo los dobladores españoles son un portento, ¿cómo se explica eso?

Red de mentiras tiene lo que no tiene la película de Yanes: un guión complejo, aunque su trama se cuente en pocas líneas -dos agentes de la cía, uno moviéndose en el terreno como un ciclista dopado, el otro dando órdenes a través de un móvil -con el toque familiar típicamente americano, aquí sabiamente conducido a segundo plano-, persiguen al líder de un grupo terrorista que ha aprendido que para luchar contra Occidente debe volver a los medios pretecnológicos. La vida vale tan poco en Oriente Próximo que sólo una red de confianzas -confundidas a menudo con mentiras- puede salvarla; una producción tan sobrada que la peli decae en los planos donde no hay acción; unos actores tan técnicamente buenos -y si no lo son la planificación los salva- que no estás pendiente de por qué hacen lo que hacen o de por qué los ha escogido el director. Otra cosa es la verosimilitud de la historia, los prejuicios étnicos, religiosos, culturales, pero es que el espectador no va al cine a ver esta peli por no tener que leer un ensayo histórico o filosófico. De todos modos el gigantesco aparato de producción impide que durante la visión de la cinta, al espectador se le abran boquetes de incredulidad. Eso es, en general el cine americano. Guión medido, mucho dinero en la producción e inmejorable planificación con actores que saben desaparecer tras su personaje. ¿El director? Qué más da, cualquiera vale con ese presupuesto.

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