miércoles, 11 de junio de 2025

Oporto

 


Pero el sol no se extingue, renace cada día, y estos días con una potencia tan amenazante que da miedo salir a plantarle cara. Como no tenemos prisa, nos esperamos a la hora del desayuno, 8,30. Gente variopinta: una chica de Toulouse que viaja sola con una bici repleta de cosas y un culote que nos parece no muy bueno. Nos preguntamos cómo subió ayer la cuesta. Una pareja de bastante edad, también francesa, altos y desgarrados. Un grupo de motoristas. Y trabajadores.




Desde Vilanova de Foz, advertidos del peligro de la carretera que lleva a Porto, pues ya no quedan caminos que seguir, solo asfalto, vamos a coger el tren que lleva a Porto desde Pocinho. Tenía preocupación por saber si podíamos embarcar las bicis, pero al final había medio vagón para ellas totalmente vacío, cuando lo vaciaron unos ciclistas de Oporto que se dirigía hacia Setúbal. El tren va siguiendo el curso del río, las mansas aguas, solo en alguna zona embravecidas, el ancho cauce que en ocasiones las laderas rocosas estrechan entre los bancales que la acción humana ha trabajado para las viñas. De vez en cuando vemos edificaciones, bodegas, algunos caminos señalados con cipreses. Naturaleza urbanizada, negocios prósperos, siglos de vida civilizada. 




El tren va parando en un seguido de pequeñas estaciones de pueblo, Taylor's Port, una de ellas, señales que los ingleses dejaron en esta comarca de vino. Van apareciendo embarcaderos y barcos de distinto tipo, veleros, a motor, con turistas a bordo. En un vagón del tren, más atrás, una chavalada de excusión va coreando el nombre de las estaciones y saludando a quienes ven en ellas. Un paisaje que yendo en bici no hubiésemos apreciado porque seguiríamos el asfalto fuera de los márgenes del río.




Le ha costado, pero el sol se ha ido imponiendo a la humedad. Encajonado el río entre paredes, y el valle que su drenaje secular ha forjado, de madrugada, al despegar los ojos, hemos visto el suelo mojado y pensando que era lluvia caída, era humedad. Acercándonos a Porto hay más caserío, más población, bodegas más grandes, con ferrys que van depositando gente aquí y allá.




En dos de las 3 horas que dura el recorrido el tren no se despega de la orilla del río; en la última hora sí, aunque no deja del todo el paisaje vinatero. El tren nos deja en Campanhã. Nos queda más de media hora para llegar en bici a la Pousada de Juventude, pero el trayecto es agradable porque vamos recorriendo la margen derecha del río casi hasta su desembocadura. Despedimos por fin al Duero desde que iniciásemos el año pasado su recorrido en Duruelo.



La ciudad está llena de turistas, luego sabremos que es día feriado. Porto, ahora que la vemos con tiempo, qué hermosa luce.

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