El Estado es una estructura enorme
que organiza controla y condiciona buena parte de la vida de los ciudadanos. En
el Estado totalitario nada queda al albur: la vigilancia es asfixiante. El
temor se instala en la vida de la gente. Uno se convierte en vigilante de las
propias acciones; muchos también de las vidas de los demás. Un estado
policial.
En el Estado liberal el margen para
la vida propia es mayor, sin embargo, muchos aspectos de la vida están bajo
control. Aceptamos por nuestra seguridad que existan policía y ejército. Que
nos detraigan parte de nuestras ganancias para que el Estado funcione; también
para que se encargue de distribuir una parte de la riqueza nacional que tienda
a un equilibrio entre poderosos y desposeídos, ricos, pobres y medianos. Los
impuestos y la hacienda pública se nos aparecen como algo necesario.
El Estado totalitario es corrupto por
naturaleza. Su Promesa es la Unión, la Seguridad o la Igualdad absolutas.
Muchos ponen su fe en esa promesa imposible. Del mismo modo que los principios prístinos
derivan en una cascada de corrupciones: moral, política, económica y social
convirtiendo al Estado en una cárcel, los creyentes se convierten en
informadores implacables, si hace falta de sus propios padres, entregados a la
fe.
En el Estado liberal la corrupción
depende más de la naturaleza humana que de la estructura del sistema. Muchos se
convierten en servidores públicos para tener un modo de vida. ¿Cuántos van más
allá para dejarse corromper o para corromper ellos mismos?
Individuos que planifican una vida
política para enriquecerse personalmente. Jueces que no se conforman con
aplicar la justicia. Médicos y profesores que no les basta con recibir su
salario. Funcionarios que haraganean. ¿Cuántos cumplan con la función que se
les asigna y por la que se les paga? ¿Cuántos periodistas de los medios
públicos buscan la verdad?
El peligro del Estado liberal es que
una élite se apodere de un partido y este, utilizando el arma poderosa de la
Promesa, se haga con el Estado corroyéndolo con alguna de las diversas formas
de la corrupción: la ideológica - poseemos la verdad -, la moral - nuestros
oponentes son malvados -, la cínica - predicamos para enriquecernos bajo mano
-, o todas juntas, que es lo más habitual.
Hay que partir de la idea de que
ninguna obra humana es perfecta, que siempre está mutando, pero tiene que haber
límites que no se deben sobrepasar y que si se sobrepasan deben ser castigados
de acuerdo a la ley. También que la élite no pueda modificar la ley a su antojo
y conveniencia. El funcionamiento del Estado se asemeja a un encaje de
bolillos. Si las piezas no encajan derivará fácilmente en Estado totalitario.
En teoría el propio Estado crea
controles: interventores, inspectores, fiscales, jueces, en última instancia. ¿Cumplen estos su función? Me
gustaría conocer el porcentaje de quienes cumplen. Si dejamos de fiarnos del
Estado la sociedad desaparece por el sumidero.
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