jueves, 12 de junio de 2025

De Oporto a Viana do Castelo

 


No encontraremos otra etapa como esta. Viento de espaldas, superficie llana, carril bici para salir de Oporto durante bastantes kilómetros, temperatura agradable y vista continua sobre la costa atlántica.




También hemos tenido una suerte increíble con la lluvia. Ayer en Oporto empezó a llover por dos veces cuando volvíamos de la ciudad, la primera al llegar, la segunda tras haber hecho una ruta a pie por la ciudad nocturna. Dos chaparrones de los que nos libramos por los pelos. La Pousada de la Juventude está más o menos a hora y media del centro caminando. Lo hicimos con gusto a la ida y a la vuelta siguiendo la margen del Duero antes de fenecer en al océano. No se conoce una ciudad si no la caminas. Cuatro veces con esta he estado en Oporto y podría decir que no la conocía. Ayer era día feriado, la ciudad bullía, con turistas, peregrinos y orientales - categorías bien diferentes -, caminando o en los restaurantes. Oporto cada vez se parece más a Barcelona, a la primera Barcelona, antes de que el negocio turístico acabase con ella.




Pateamos el puente Eiffel por arriba y por abajo, las orillas del Duero, llenas de restaurantes. Llegamos hasta el Jardim do Morro, el punto más alto, como todo el mundo sabe, para contemplar el crepúsculo. Estaba abarrotado de gente pero nadie lo vio, las nubes que engordaban para la tormenta impedían verlo. Aún así cuando la ciudad se iluminó para encender la noche, Oporto recobró su magia. No conocerás la ciudad si a esa hora no estás en el puente Eiffel o en el Jardim do Morro.




La ciudad era otra cuando esta mañana temprano recorríamos la vereda del océano, junto a runners, unos pocos ciclistas y esforzados santiagueros - muchos. Matosinhos, Labruge, Vila Chã, un seguido de pasarelas de madera elevadas - muchos kilómetros - sobre la costa para uso de peregrinos y caminantes, no tanto para ciclistas, que han de rodar por el carril paralelo, cuando lo hay, y si no por la carretera contigua, que tampoco tiene mucho tráfico. Así hasta Vila do Conde y Povoa de Varzim, dos bellas ciudades costeras. Para los amantes del cicloturismo y para los caminantes de varias etapas dudo que haya una ruta mejor.




En esta zona, se repiten los monumentos a las pescadoras portuguesas. Curioso el San Bartolomé, cuchillo en mano, de la iglesia de Esposende. Entre los peregrinos a pie chicas, la mayor parte chicas, solas y acompañadas de otras chicas.




Después la ruta se hace más interior, aparece la carretera de adoquines. Fao, Esposende, Marinhas son pueblos bonitos con elegantes iglesias con el azulejo típico portugués, pero el camino ya no sigue por la costa. 




Quedan unos cuantos km no muy atractivos, pero la recompensa merecerá la pena: la hermosísima Viana do Castelo, bañada por el corto Río Limia, pero con cauce tan grande que se convierte en puerto en Viana do Castelo. Allí, tras atravesar el puente Eiffel, nos espera otra Pousada de Juventude.

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