Porto
Covo es un buen lugar para comenzar el senderista Trillho dos Pescadores.
Al poco de cpmenzar toparás con la Isla de Pessegueiro, donde Felipe II,
también rey de Portugal, mandó construir un fuerte. La idea inicial era
construir un puente entre la isla y el continente para hacer una fortaleza que
defendiese la costa de piratas y corsarios. Aún se ven los restos de las
sucesivas fases de construcción.
La
siguiente etapa llega hasta Vila Nova de Milfontes, donde nos hemos alojado, un
pueblo con bonita playa donde desemboca el río Mira, lleno de restaurantes y
vida nocturna. Antes, tras gastar tus últimas fuerzas por un sendero muy
arenoso, puedes hacer una parada en Porto das Barcas, donde hay un restaurante
con vistas al mar donde sirven un rico bacalao y frutos del mar.
Puedes
llegar a Vila Nova por el sendero arenoso o bajar a la orilla del mar para
contemplar los acantilados desde la playa, y seguir por playas de arena blanca
y de rocas negras redondeadas por el oleaje. Puede que en algún momento pienses
que no tiene salida cuando el roquedal se encuentra con el mar, pero la hay,
una ventana, casi invisible que se abre en la roca. Desembocarás en un chiringuito casi oculto
tras un saliente donde tomarte una deliciosa cerveza Super Bock.
En la
siguiente etapa llegas a Almograve, uno de esos bonitos pueblos del Alentejo de
bella arquitectura popular de casas geométricas, paredes encaladas y ventanas y
puertas con marcos en añil, algunos, los menos, en dorado. La misma arquitectura
geométrica que se ve en los países colonizados por Portugal. Solo en las
chimeneas de aire barroco dejan volar la imaginación para apartarse de la
geometría. Hay que andar un par de kilómetros más para llegar hasta la playa de
Almograve. También ahí hay un restaurante orientado hacia el mar bravío, cuya
resaca puede darte algún susto.
Las cigüeñas
anidan en la punta más alta de los acantilados, mientras abajo la espuma del
mar rompe entre luces y sombras, en el trayecto que va de Almograve a
Zambujeira. En el trabajoso caminar por el sendero arenoso donde se hunden tus
pies, el rumor del rompiente casi no te abandona, queda en tu oído como una
música de fondo, como un eco que se repite con diferente intensidad.
Cuando
al día siguiente comienzas la etapa subiendo hacia el acantilado que domina la
playa de Zambujeira de Mar, los senderistas cual gaviotas en la térmica se
asoman a los bordes, atraídos por el abismo.
Hay
un momento que llegas al éxtasis. El dorado de la arena, la blanca espuma, el
añil del océano, el cielo celeste limpio de nubes, salvo una ligera bruma en el
horizonte donde se recortan las gaviotas y grupos de pequeños cuervos. Terminas
en Odeceixe.
Las
siguientes etapas, de Odeceixe a Aljezur, y después a Sagres y a Cabo de San
Vicente, ya no son tan interesantes pues has de atravesar muchos bosques de
acacias, mucha pista y poca costa. Se interponen grades fincas que tienes que
rodear para volver brevemente a los acantilados, una de ellas la Heredad Amalia
Rodrígues. En Aljezur hay buenos restaurantes. Pide una caldeirada o una
cataplana.
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