jueves, 8 de mayo de 2025

Montserrat y las tres perlas del Císter

 


Si tienes más días, lo ideal es reservarte una semana o 10 días, sigue con el turismo de paisaje, arte y religiosidad en el suroeste de Cataluña. Un día entero para Montserrat y otro para las tres perlas del Císter.

Montserrat es un puño con los nudillos apuntados hacia el cielo. Se ve desde muy lejos e impresiona su singularidad. Muchos a lo largo de la historia han pensado que ahí debería guardarse algún secreto. Te sorprenderá el gran aparcamiento atestado de autocares: estudiantes europeos (franceses, ingleses...) y adultos del este (croatas, checos y, sobre todo, polacos). No se te ocurra ir en fin de semana porque tendrás que abrirte paso a codazos, sobre todo ahora que, hecho añicos el sueño de reconquistar Europa, los culés tendrán que renovar los votos montserratinos.

Montserrat es un espectáculo donde los creyentes verdaderos se mezclan con los curiosos y los senderistas. Dedícale el día entero: está la Virgen Negra, la basílica y el museo. Hasta es posible que pilles un concierto de su coral infantil. No hace falta que lleves comida, hay amplios restaurantes a buen precio. El origen del monasterio se asocia al abat Oliva, en el XI, pero lo que ves se debe en gran parte a la reforma que acometió a finales de los años 20 del siglo pasado un personaje del que ya te he hablado Josep Puig i Cadafalch.





Si, además, eres un senderista consumado, puedes probarte primero con la ruta del rosario hasta la santa cueva, salpicada de estaciones, donde lo mejor del arte arquitectónico y escultórico del modernismo y del noucentísme dejó su huella: un museo de arte religioso al aire libre. La otra ruta es circular ascendiendo por el norte del monasterio hasta el punto más alto y llegando por el sur. Te inundarás de paisaje, hacia los valles adyacentes y hacia los lugares más significativos del interior de la montaña.

                                                        

La reforma de Bernardo de Claraval dejó su huella, además de en los valles pirenaicos, en tres monasterios de la provincia de Tarragona. Tómate otro día para visitarlos. Bernardo añadió austeridad al Ora et labora de San Benito. Ese era el espíritu del románico. Empieza por el de Santes Creus. El departamento de cultura de la Generalitat ha hecho una ímproba labor de restauración. Se ve que hay dinero. Tras la desamortización de Mendizábal quedó medio derruido. Ahora está casi reconstruido. 



Los estilos se mezclaron a lo largo de los siglos, pero quedan huellas románicas en la iglesia y góticas en los notables ventanales del claustro. Junto al monasterio hay un restaurante que sirve buenos calçots, si es que aún es temporada. La Valls cercana es la capital de los calçots. También puedes pararte en el bonito pueblo amurallado de Montblanc. Estos días celebraba su feria medieval.

                                                            

En el monasterio de Poblet están enterrados buena parte de los reyes de la Corona de Aragón. Junto al austero románico inicial, visible en la iglesia abacial, el gótico luce en el cimborrio, las galerías superiores del claustro, la sala capitular y el Palacio de Martín el Humano, ínsito en el monasterio. Publet, como Santes Creus, fue panteón de los reyes de Aragón. 



Fue restaurado a conciencia durante el franquismo cuando volvieron los monjes después de un abandono secular. En esta primavera, los colores ocres de los edificios monacales contrastaban como una isla en el mar verde de los alrededores, los azulados cielos y los algo más lejanos de la Sierra de Prades. Tanto Poblet como Vallbona de les Monges están habitados, el primero con frailes, el segundo con monjas. Es posible que si no te andas con tino encuentres este último cerrado.

Para otra ocasión quedaría la visita por las comarcas del noreste de Cataluña. Ahí volverás a encontrarte con tres joyas monásticas: Ripoll, Sant Pere de Rodas y Nuria. Esa visita podrías combinarla con los pueblos medievales de Girona.



 


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