Con algo menos de cinismo, un poco de creatividad les hubiese bastado a los productores de esta peli para imaginar un mundo posible. Un mundo desgarrado entre los poderosos dueños de las industrias tecnológicas (auténticas casas de nuevos nobles dispuestas a asaltar el imperio, como es la fantasía de Herbert) que están preparando su futuro de viajes espaciales y ciudades en Marte y las multitudes, masas que en ciudades mastodónticas llevan una vida inútil y vaciada (los fremen del desierto de la peli), amenazadas por catástrofes climáticas, pandémicas o económicas y, mientras tanto, anestesiadas con películas, series y consumismo.
La gente necesita algún tipo de analgésico cada día. La industria cultural se lo proporciona encantada. La idea aterradora que se me ocurre es: somos demasiados, ¿podemos vivir tantos con tantos? Y los que están en el juego del poder, ¿qué pueden hacer con tanta gente? ¿Para qué les sirve tanta gente anestesiada, tanta gente que la tecnología convierte en innecesaria? Preveo una especie de nueva solución final: los que puedan acondicionarán Marte para irse a vivir allí. La solución final no consistirá en programar la muerte de miles de millones de personas inútiles e innecesarias sino en largarse de aquí y dejar a las masas a su suerte.
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