Si nos gustan tanto los grandes museos de arte es porque perseguimos en ellos la verdad. La pintura a veces da con ella. En el museo de pintura alemana del XIX he dado con unos pocos buenos cuadros. He encontrado verdad en los autorretratos. El que más me ha interesado ha sido el de Max Liebermann, un gran pintor del que yo sabía muy poco.
La pintura aunque venga del pasado ha de contarnos algo más de lo que nos cuenta actualmente la fotografía. Por eso solo son interesantes los artistas que dicen algo más de lo que vemos a simple vista. No solo la pintura. Cuando miramos a Egipto, Grecia y Roma, ¿qué queremos ver? El detalle de los objetos, la precisión en las descripciones, lo que nos dicen de la vida de nuestros antepasados. Si los documentos del pasado no mueren es porque nos revelan esa vida que querríamos atrapar, los parecidos con la nuestra, el anhelo de perfección. También qué sabían que hemos perdido.
El arte es la búsqueda impaciente de permanencia y perfección.
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