sábado, 20 de julio de 2019

El día de los cuerpos



Calor. Por fin, calor en esta ciudad a la que sus tradiciones y su clima le brindan tan pocas oportunidades de liberar los cuerpos. Por fin, las mujeres se desabrochan y ofrecen su cuerpo al calor que todo lo excusa. Caen los convencionalismos, las rigideces, las mujeres olvidan la nueva inquisición que bajo el nombre de progreso las ata y vuelve suspicaces, no de los hombres sino de los guardianes o guardianas del nuevo orden. Es una delicia mirar en un día como hoy. Y ser mirado, aunque los hombres tenemos menos chances. Todo está a la vista, como si de golpe los frutos hubiesen madurado y se mostrasen en sazón. Chicas que tiran de la cadena de perros inquietos y en el gesto brusco se alzan sus faldas o se aprietan aun más los pantaloncillos, vestidos airosos, de una pieza, que se levantan en el propio movimiento de caminar, como si todo estuviese permitido y los hombres que las acompañan comprendiesen, mujeres en bici, no puede haber espectáculo más incitante que una mujer en bici luciendo las pantorrillas que quedan a la vista cuando la falda se recoge en el gesto nada inocente del pedaleo, hasta la mujer que en los días normales no encuentra el modo de lucirse encuentra la oportunidad del gesto que se expone, del gozo del erotismo sobrevenido, los chicos y chicas que se despojan de casi todo al pasar por una fuente o chapotean en el río, con una alegría que transmiten a quien los mira con arrobo. El calor nos iguala, baja las defensas, crea las condiciones para la alegría y el placer.


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