
Por
supuesto, en la confección de la serie se nota el paso del tiempo, sobre todo
el cambio técnico, en todos los aspectos, rodaje, fotografía, guión, todo más
depurado, más pulido, más perfecto. Los propios hermanos Coen hacen de
productores. Pero quizá, donde más se notan los cambios es en el carácter de
los personajes, en la interpretación y en el propio casting. La maldad de Billy
Bob Thornton, después de tantos asesinos en serie como han pasado por las
pantallas, es más refinada, un personaje complejo, más literario, más humano y
monstruoso al mismo tiempo, por dos cosas, porque la época ha cambiado y porque
las series, por su duración, permiten construir personajes más llenos, más
ambiguos, mejor desarrollados, lo que no quiere decir que el que interpretaba
Steve Buscemi en la peli no tuviera su atractivo, pero era más sencillo, con
menos registros.
Destacaría
tres cosas de la serie. Al principio, lo que más llama la atención son los
actores escogidos, no hay ninguno atractivo, aunque vale aquello de que sobre
gustos. Son personajes vulgares, torpes, inocentes o tontos, no muy diferentes
de los que están al otro lado de la pantalla de la tele, salvadas las
excepciones, es decir gente de la calle, a la que si de verdad le hubiesen
ocurrido los sucesos que se cuentan, si los hubiese padecido, no habrían
reaccionado de forma diferente. Lo anormal son los actores de Hollywood, tan guapos,
listos y sexys como no hay igual. El segundo valor de la serie es el guión, tan
currado, con acción mantenida, que no llega a decaer en ninguno de los diez
episodios, hasta demasiada acción, diría yo, a veces con tanta violencia que
resulta hasta insoportable, aunque es una violencia cómica, burlesca, risible.
Y el tercer valor, como decía, es el actor principal, Billy Bob Thornton, que
crea un malo complejo, capaz de matar con fina ironía. También el personaje
interpretado por Martin Freeman es un personaje logrado.
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