Todo hombre religioso piensa que su fe es la verdadera. Cómo no lo va a pensar si en los momentos graves de su vida eleva oraciones a su Dios para que le saque de la situación dramática que vive, incluso hace promesas costosas de cumplir a cambio de la intervención divina. Si su fe es la verdadera, todas las demás son falsas. En consecuencia, cómo va a mirar con simpatía a sus enemigos mortales, pues el futuro, la misma eternidad está en juego. Puede ser benevolente con los pobres diablos que creen en supersticiones, pero reserva un odio metafísico a los mandamases que predican la mentira, a quienes sacrifican niños, a quienes ocultan a sus mujeres, a quienes mantienen a sus fieles en la miseria. Si aparece la tolerancia entre la grey hacia los adversarios, ya no enemigos, es porque esa parte ha perdido la fe o está a punto de hacerlo.
Si hasta a los fanáticos de una fe tan mundana como la de un equipo de fútbol se les oye decir que desean que el equipo rival pierda hasta en los entrenamientos, no les importa que los árbitros comentan gruesos errores a su favor, que sus directivos los compren. Y si los periódicos rivales afirman tal cosa, verdad es que mienten.
¿No se escucha tal o cual emisora de radio o televisión, tal o cual periódico porque es de la misma cuerda, porque anima la fe que uno mantiene desde siempre, una fe que requiere una reafirmación diaria para que no germine la duda? ¿Acaso no se tapa los oídos el creyente ante los resultados negativos de su equipo, no hace oídos sordos a las noticias que destapan corrupciones y crímenes de los suyos? No nombres a tu Dios en vano, es el mandato.
Qué fiel aceptará de buen grado que su partido deponga las armas del discurso, los signos del poder, aceptando la derrota en elecciones ante el partido enemigo, si los oficiantes de los medios le han convencido día a día de que ese es el mismo diablo, el mal que traerá consigo la ponzoña, la violación de mujeres y la muerte de los niños. El bien, la verdad y la justicia no pueden perder, prevalecen, están por encima de la mudable opinión. El fraude lo cometen quienes gritan ¡fraude!
La fe es el estado natural de la humanidad. Es el tinglado mental que mantiene la estructura social. Lo extraordinario es el pensamiento libre, la no dependencia de una iglesia, de un partido, de una fe.
"La cuestión profunda de la epistemología social –el verdadero enigma– no es por qué la gente tiene creencias falsas, sino por qué a veces la gente forma creencias verdaderas".
La antinomia verdadero falso es falso en sí mismo porque lo no verdadero puede encerrar diversas formas de " verdad" que no concuerdan con la ortodoxia. Se puede no ser falso ni tampoco verdadero. Gracias por tus escritos son muy interesantes, ayudan a pensar y repensar el mundo en que vivimos. Gracias Toni
ResponderEliminarGracias a ti por el apunte
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