martes, 16 de julio de 2024

Emoción pura

 



El fútbol es emoción pura, como tantas otras cosas que no requieren más que la mera disposición. Si se le añade algo más, ya sea tiempo o discurso, se lo falsea, se desvirtúa su actividad como se desvirtúa la vida entregada al instante cuando se buscan raíces en el pasado o promesas futuras. El fútbol como espectáculo se acaba con el pitido final del árbitro, quizá pueda prolongarse hasta el pasillo que los vencidos forman para honrar a los vencedores, o hasta los abrazos de unos y otros o hasta la entrega de medallas o de la copa, pero ni un segundo más. La emoción busca excitaciones en el buen juego y en los goles. La disputa entre selecciones nacionales es un combate simbólico entre los ejércitos desarmados de las naciones. Hemos acordado que las carnicerías en las guerras son inútiles e inhumanas (La siguen practicando las tiranías a lo Putin y los Estados tribales). El fútbol es un rasgo de civilización.


La prolongación fuera del campo, y del tiempo tasado de la competición, en los media y en las celebraciones en el centro de las ciudades son intentos de aprovechamiento político. Durante la competición, los futbolistas hablaban con los pies - por cierto, tan bien que alentaron la emoción como pocas veces antes- pero hubo un intento descarado por solapar un discurso al juego, apoyado en el color de la piel, la procedencia y los gestos de los jugadores, ajenos a él. Tras las victorias, otro discurso de signo antagónico ordenaba la emoción, los gestos y las palabras inarticuladas de los futbolistas para significar lo contrario. La polarización de este tiempo no cesa. Se ha visto a una exministra valorar los goles en función del color de la piel de los goleadores y a un alcalde negar territorialidad a jugadores nacidos en su comunidad. Para unos la selección era el emblema de la multiculturalidad, para otros de unidad nacional.


Imponer un discurso paralelo al juego y a la emoción del instante y prolongar los fastos conduciendo a las masas repugna a la razón. Sería exagerado llamar fascismo a todo eso, pero es así como se entrampa a las mentes y se las encadena.


Cuando la emoción alcance el grado cero volverá la cordura y la condición de posibilidad para ejercer de hombres libres.


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