miércoles, 11 de enero de 2023

Mumbai 2 (Elephanta caves)

 


Una ciudad tan grande como un país -es difícil establecer con exactitud su número de habitantes que va de los 18 a los 22 millones, según la fuente que se consulte; y un estado del que es capital, Maharashtra, con 112 millones de habitantes en 2011, y ahora, nos dicen, 130, más grande que cualquier país europeo- por fuerza ha de tener varias ciudades en su interior. Así que toda impresión inicial es falsa porque está determinada por lo primero que se ve y por la maleta del prejuicio. Es lo que me ha sucedido a mí de ayer a hoy. Hoy, al menos he distinguido cuatro ciudades: la humilde y laboriosa, en la que está enclavado el hotel, llena de tuk-tuks y tiendecitas de las que vive incalculable gente en medio de la agitación, la indistinguible música, que no se sobrepone al ruido ambiente, y el colorido tan brillante como gastado; la financiera alrededor del puerto, de grandes rascacielos que permanecen invisibles salvo en su envoltorio; la burguesa de los viejos caserones coloniales y casas muy modernas, con lujosos coches blancos y limpios, último modelo, sin tuk-tuks en los alrededores; la vieja capital de la corona británica de imponentes edificios, muchos convertidos en hoteles, alrededor de la Puerta de la India, construida a finales del XIX para recibir a la reina Victoria, con la Gran Victoria Station y el lujosísimo hotel Taj, al que hasta a los turistas ponen reparos para entrar salvo si van a comprar a sus tiendas de gran lujo, como edificios más emblemáticos. 




Hay muchas más ciudades dentro de Mumbai que yo no he podido ver, entre ellas los grandes estudios del Bollywood indio, o solo entrever bajo los puentes de autopista como los slumdogs de tablones de maderas viejas, plásticos y techos de uralita.



Se hablan muchas lenguas en esta ciudad; predomina el marathi, lengua oficial del Estado de Maharashtra; cooficiales, el hindi y el inglés. En religión, como en el resto de la India manda el hinduismo, aunque también se ve fuerte presencia en las calles de musulmanes, mujeres de negro con una rendija a la altura de los ojos. Cuestión tensa la religión, azuzada en los últimos tiempos por partidos populistas hindúes que hacen propaganda de su ideal nacionalista en la cartelería urbana (en indi y en marathi), en cierto modo apoyados por el gobierno central. 



Uno de los lugares que visitamos, las llamadas Cuevas de Elefanta, en la isla de tal nombre, situadas en medio de la bahía y a las que se accede tras una larga remontada por escaleras flanqueadas por tiendas y restaurantes: una serie de cuevas con templos predominantemente dedicados al dios hindú Shiva, con enormes esculturas en altorrelieve, de admirable finura, talladas en la roca de basalto, del siglo VI, con iconografía hindú y budista. El dios Shiva, es una de las tres divinidades principales en el panteón del hinduismo, junto a Brahma y Vishnú. 


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