1. Nos asquea lo que vemos, nos aturde el vocerío, pero formaremos parte del juego sí caemos en el aturdimiento; también si no lo hacemos. Somos parte del cuerpo social del que el ruido y la vergüenza por lo que sucede es una de sus políticas. Solo un marciano que acabase de llegar de Marte, sin conocimiento alguno del planeta y de sus mistificaciones, suponiendo que fuera inteligente, en su mirada desde fuera podría ver el orden la lógica y la razón, o todo lo contrario, de los sucesos que nos enfrentan, sin inmiscuirse en la guerra cultural y política que dura desde antiguo. Pero no hay un marciano que nos observe; un corresponsal del Times viene de un país con igual guerra. Un francés un oriental un africano qué ganaría dejando su país y preguntando a este o al otro de aquí cuáles son las razones del actual alboroto, sin desprenderse de sus propias mistificaciones, sino comprobar que las suyas son parecidas si no iguales a las nuestras.
¿No es posible entonces la mirada objetiva? No si uno no es consciente de su parte en la pelea, de la hipocresía con la que pretende ocultar su partidismo. Son deseables la distancia y la neutralidad, pero si uno quiere entender lo que ocurre debe partir del punto de que no es solo observador de lo que ocurre sino participante en la pelea. "El maleficio de estas guerras es que quien las contempla tiene también que luchar en ellas" (Nietzsche). La gran pregunta hoy, ante el actual estrés político, es cómo generar un espíritu cívico viable, y si es posible, cómo renovamos las mentiras benévolas que nos mantienen unidos.
2. Estamos en un impasse de imposible costura (consenso): los jugadores han de mantener su posición porque es la razón de su existencia. No pueden ceder porque si lo hacen irán adelgazando y otros más radicales ocuparán su puesto. Los electores, que antes han radicalizado, les abandonarían. Durante unos años hubo la posibilidad de un punto medio que iba engrandeciéndose, los radicales de ambos lados obligaron a sus representantes a alejarse de ese punto y a desacreditar a quien lo representaba para que no les quitase votos. Ese centro está destruido y con él la cordura del país.
No existe el sueño de Platón de un gobierno sin disputas dirigido por los sabios. La 'sociedad abierta', escribe Sloterdijk, es justamente aquella que adscribe a la guerra permanente el nombre de paz. Hoy, ante la imposibilidad de consenso asistimos a un estrés de guerra; la amenaza de la guerra civil que tanto se invoca, deja claro a los ciudadanos cuál es su lugar y qué deben aceptar.
3. Siendo el Parlamento europeo mucho más transparente y con más controles que los nacionales, el actual escándalo ¿es una corrupción puntual o el modo de proceder habitual ahora desvelado por esos cientos de miles de euros imposibles de ocultar? ¿Reside el escándalo en las comisiones ilegales y los sobornos o lo es porque se ha desvelado?
4. ¿Es posible un tribunal de garantías neutral y objetivo? Sí, si pusiésemos nuestra fe en jueces jubilados a los que no les va la vida en ello.
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